viernes, 21 de septiembre de 2012

Veintiuno de septiembre


Luis Cernuda en 1928

No conozco otro mundo sino es éste,
Y sin ti es triste a veces. Ámame con nostalgia,
Como a una sombra…

Luis Cernuda


Cada 21 de septiembre muere el verano. Las horas, como hojas crujientes, comienzan a sucederse a un ritmo implacable. En el paisaje que hay tras la ventana de mi cuarto se refleja el sol de la tarde, y la llegada del otoño parece un secreto aún.

Pero yo sé que acecha el frío detrás de cada sombra, detrás de cada sonriente rayo de luz. El frío y los noviembres húmedos de nostalgias inciertas. Me invade el espíritu otoñal, a pesar de que en la calle hagan más de treinta grados, y de que todavía no hayan cerrado las piscinas. El fantasma del otoño viste de dorado y de memorias sueltas, de cabellos pálidos y sonrisas tristes. De adagios de Albinoni y tangos de Gardel; de versos de Cernuda.

-Es tremendamente curioso que yo naciera, precisamente, el día en el que muere el verano –dice Luis, emergiendo de uno de sus libros y sentándose a mi lado-. ¿Por eso siempre me acompañará esta nostalgia?
-Siempre esta nostalgia, esta inseparable / nostalgia que todo lo aleja y lo cambia… -recito casi de forma inconsciente.
-¿Rafael Alberti? –me reprocha Luis con sorna- Te creía con más gusto.
-Es mi segundo poeta favorito, por detrás de ti –me apresuro a puntualizar.
-Alberti es la frivolidad hecha persona… un ignorante lleno de simpatía que se suma sin ningún tipo de complejo a las modas literarias del momento…
-Qué duro eres a veces, Luis –le regaño-. No deberías prejuzgar a las personas de esa forma. Nadie que haya leído Sobre los ángeles podría defender la supuesta frivolidad de Alberti. ¿Lo has leído?

Luis se remueve, incómodo, y espera unos segundos antes de responder:

-Sí, lo he leído.
-Entonces sabrás que surgió de un desengaño amoroso, igual que tu Donde habite el olvido.
-¿Maruja Mallo? ¡Ja! No puedes comparar lo mío con Serafín y lo suyo con esa…
-¡Luis! ¿Por qué tienes que ser tan duro juzgando a las personas sin conocerlas en profundidad? No soporto que mis dos poetas favoritos tengan que llevarse mal entre ellos.

Luis guarda silencio, con los brazos cruzados y un gesto de elegante altivez.

-Pues solo me faltaba que ahora te enfadases también conmigo… -digo.
-Creía que tú me comprendías, pero ya veo que sigo estando solo.
-¿Por qué dices eso? Sabes que yo siempre he estado y estaré a tu lado…

Entonces, Luis relaja la expresión y suspira.

-Sí, ya lo sé. Estabas incluso antes de poder estar.

Hay una soledad palpable en el timbre de su voz.

-A veces pienso que el amor no es posible porque está perdido en épocas, en años, en generaciones –continúa-. Somos tan pocos, y tan mal repartidos. ¿Qué harías si el amor de tu vida estuviera en el siglo dieciocho?
-Eso ha sonado mucho a naipes y barajas perdidas, Luis.
-Pero no me digas que nunca te lo has preguntado. Imagínate que todos pudiéramos reunirnos un día, por encima de los tiempos, en un siglo sin número, en una dimensión alternativa.
-Hubieras sido mi mejor amigo –confieso, insistiendo en algo que ya conoce-. Si el tiempo de los hombres y el tiempo de los dioses / fuera uno, esta nota que en mí inaugura el ritmo, / unida con la tuya se acordaría en cadencia… Y eso no es Alberti.

Le guiño un ojo. Luis sonríe levemente, antes de continuar:

-… Y alcanzar aquel muro del espacio / separando mis años de los tuyos futuros.

Sus palabras dan paso a un cómodo silencio, aquel que solo se puede establecer entre dos almas que conectan entre sí. La mirada profundísima de Luis almacena un cúmulo de sentimientos encontrados, y en ninguno de ellos se encuentra el desprecio. Sé que, al final, le acabaré convenciendo de que Alberti es buena persona, porque ni siquiera él está convencido de lo contrario. Me gustaría poder guardarme esa mirada para volver a perderme en ella cada vez que yo también me encuentre sola.


Abro los ojos. Es el otoño, disfrazado aún de verano, quien vuelve a llamar a mi ventana en este veintiuno de septiembre extraviado en un siglo gélido.

-Feliz cumpleaños, Luis –susurro para mí, suponiendo que nadie más me oirá.

Entonces, las copas de los árboles que hay frente a mi ventana se estremecen levemente, agitadas por el aire que a veces se confundía con su persona…


Tal día como hoy, hace 110 años nacía en Sevilla Luis Cernuda, el poeta de la soledad. Sirva esta entrada como homenaje a su memoria.

1 comentario:

Rafa-Luis dijo...

No es que Cernuda prejuzgue a nadie, sino que los poetas siempre rivalizan por las musas. Véase el bonito ejemplo... ¡Pasa hasta en las mejores recreaciones! Seguro que a la autora se le ha aparecido el vate de Ocnos. ¿Quién podría negarlo a la vista del testimonio?

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

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Lectura de poemas en la Feria del Libro 2010 de Madrid

Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título