martes, 14 de septiembre de 2010

The end

...
...
This is the end, beautiful friend.
This is the end, my only friend. The end…


Los acordes del célebre tema de The Doors se difuminan por tu habitación con su ritmo psicodélico y extraño, sumergiéndote en un espacio oscuro y remoto que contrasta excesivamente con el amable paisaje que se dibuja tras la ventana: un cielo azul, ausente de nubes, dulcificado por el sol de verano: esa luz que te otorga cada día la ilusión de vivir, que te sume en la melancolía cuando desaparece. Aún brilla el sol, pero pronto no quedará más que un recuerdo. Presientes las lluvias y el frío colándose a escondidas por las grietas del corazón, y los amaneceres grises y la niebla de noviembre. Porque es el final, ¿verdad?

…of our elaborate plans. The end
of everything that stands, the end.


Siempre has dicho que el verano debiera durar eternamente. Es la única estación del año en la que te sientes realmente viva, en la que eres capaz de saborear el néctar de la felicidad sin necesidad de edulcorarlo. E inevitablemente, cada septiembre piensas que el que acaba ha sido el mejor verano de tu existencia, que nunca volverá a ser tan maravilloso. Y al año siguiente, descubres que estabas equivocada… Pero es que el mundo es tan enorme y misterioso. El mundo es algo más que tu habitación y la mesa de tu escritorio con los apuntes a medio subrayar, que los edificios grises de la universidad, que una tarta a la que cada año han de añadirle una vela, que las calles de Madrid iluminadas en diciembre, que los tempranos crepúsculos a las seis y media de la tarde.

El mundo es una playa inacabable de un pueblecito blanco de Andalucía, es sentir el efecto bizcocho de la arena sobre los pies desnudos, una bandada de flamencos rosas sobrevolando el mar, el sabor salado del Atlántico, ver cómo el cielo se desangra en todos los colores del arco-iris, y una figura desgarbada en la distancia que nunca parece dejar de sonreír.

El mundo es viajar rodeada de mar por los cuatro costados, madrugar para ver el amanecer sobre el Mediterráneo, jugarte la vida montando en burro para llegar a lo más alto de una blanquísima isla griega, imaginarte a los dioses del Olimpo vagando por las ruinas de aquella ciudad que solo conocías por las leyendas que leías cuando eras pequeña, avistar un barco pirata, las góndolas deslizándose por el Gran Canal, descubrir que en el lugar más remoto del país –o del continente- puedes encontrar un amigo. El mundo es echar de menos.

No safety or surprise, the end.

Pero todo termina irremediablemente, ¿no es así? ¿Por qué vuelves a entristecerte, entonces? Después de veintiún años, ya deberías estar acostumbrada. Y es que, si cada año el verano resulta más maravilloso, ocurre lo contrario con el invierno, que gradualmente se vuelve más sombrío y desolado. El invierno es esperar, una vez más, el sol de junio. Y mientras tanto, dejarte arrastrar por la monotonía.

I'll never look into your eyes again.

Y aquella luz. Aquella luz que conociste a finales de agosto, que no parece terminar de apagarse, que tú sabes que, en el fondo, nunca se apagará. Aunque sea una luz irreal y la distancia la envuelva de destellos oníricos, aunque pronto no quede más que el recuerdo de un recuerdo, una idealización espectral que pasará a formar parte de ese cielo donde habitan todos tus imposibles. Cada verano se pierde algo, es el precio que hay que pagar por sentirse viva. Y este año, ha sido él. Eres consciente de que el mundo es demasiado inmenso para volver a regalarte la casualidad de poder mirar en sus ojos. Si no estuviera tan lejos. Pero ahora, cada vez que lo recuerdes será como aquella última vez: bajo el sol de Venecia, rodeado de indolentes turistas que se dirigen a la cercana Plaza de San Marcos y de puestos callejeros de máscaras; brillante, efímero, inaccesible…

Can you picture what will be
so limitless and free…?

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Doce campanadas

"La Cenicienta", Walt Disney


Soñar es el modo que el alma
tiene para que nunca se le escape
lo que se escaparía si dejamos
de soñar que es verdad lo que no existe.

Pedro Salinas


A las doce, todos los cuentos se terminan. Las hadas desaparecen y la carroza vuelve a ser una calabaza. Y entonces ya no se sabe si lo vivido fue realmente real, porque aparece envuelto entre las remotas brumas del sueño.

Lo más terrible es que ella aún no había despertado, al menos, no del todo. ¿Debía hacer caso a esa afirmación según la cual en un sueño, si te pellizcas, no te duele? Porque a ella todavía le dolía… Y dicen que lo que duele son los recuerdos.

Abstraída, miraba una y otra vez las únicas huellas que demostraban que lo vivido había sido real. No se trataba esta vez de un zapato de cristal, sino de unas pocas fotografías borrosas y algo aparentemente banal: una sombrillita rosa de papel, de las que sirven con las copas de helado o con los batidos. Pero para ella, resultaba especial. Aún recordaba el momento en que él se la regaló, con esa media sonrisa y sus ojos que reflejaban atardeceres. Aquello fue después del baile…

Cenicienta lo había tenido más fácil, pensaba. Su casa estaba relativamente cerca del Palacio, y además el Príncipe hablaba su idioma, no vivía en otro país y no temía mostrar sus sentimientos. Cenicienta podía confiar en que el final del cuento sería feliz, o al menos de que existiría un final. Por algo era un cuento, al contrario de lo que ella estaba… ¿viviendo?

El Mediterráneo volvía a rodearla, mientras veía surgir de nuevo su figura esbelta, elegante, incendiada en un fuego que brotaba de sus ojos y que había prendido en el corazón de la muchacha. ¿Realmente habría existido? Qué importaba… Lo único que sabía es que ella misma se encontraba atrapada a medio camino entre un sueño y la gris realidad. Aunque las doce ya hubieran pasado.

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Con José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid, 2011

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de los premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Lectura de poemas en la Feria del Libro 2010 de Madrid

Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título