lunes, 19 de abril de 2010

La verdad de la mentira

La persistencia de la memoria, Salvador Dalí
.
.
Siempre esta nostalgia,
esta inseparable nostalgia
que todo lo aleja y lo cambia.

Rafael Alberti



No podía evitar estremecerse. La realidad aprisionaba su frágil silueta y la levantaba con la misma facilidad con la que el viento eleva las hojas de los árboles. De repente comenzaba a darse cuenta de que el mundo, su mundo, hacía tiempo que había comenzado a desvanecerse. Tal vez era demasiado tarde para mirar atrás, pero ella lo hacía. Sí, resultaba cierto que nada permanece, que las vidas cambian al mismo ritmo frenético de las agujas del reloj; pero nadie le había hablado de aquel instante impreciso en que lo comprendes todo y sientes como si un ente invisible te obligara a beber a grandes tragos vasos de realidad.

Los lugares, los rostros, las compañías, las prioridades, los puntos de vista, los seres queridos; todos habían ido cambiando, desmintiéndose unos a otros, tejiendo un colchón inacabable de años donde se acurrucaban los recuerdos. Pero a veces alguno despertaba y se agitaba en el corazón, como uno de esos erizos que quisieron compartir su frío y acabaron dibujando en el mundo la inconsistente y etérea silueta del recuerdo de un olvido. Una palabra, un poema, una vieja fotografía o un sueño en el momento menos oportuno; cualquier detalle bastaba para despertar sensaciones que creía extintas y que, sin embargo, la devolvían a la época en la que estaban presentes, y entonces podía sentirlas tan frescas como el día en que nacieron. A menudo se extraviaba en el tiempo, y se encontraba queriendo a demasiadas personas, a personas que ya no existían –al menos, no del modo que existieron para ella-, y toda aquella nostalgia se concentraba en una oleada inmensa de amor que, al haber perdido su destino, se volvía contra ella misma, esbozando una amargura que parecía inherente a su evanescente imagen.

Nada permanece. Pero a ella le hubiera gustado encontrar un sueño, una persona, un sentimiento que se mantuviera impasible al paso del tiempo; encontrar algo a lo que aferrarse cuando la vorágine de las estaciones amenazara con devorar sus sentidos; ver suplida su natural inseguridad por una diminuta certeza, por pequeña que fuera, junto a la que poder contemplar desde fuera el cambiante torbellino del tiempo. Solo le hubiera gustado escuchar un Para siempre, aunque fuese de mentira -¿qué no lo es?-, porque incluso siendo mentira sería más verdad que todo el universo que la rodeaba.

domingo, 4 de abril de 2010

Días rojos

"El grito", Edward Munch
.
.
-¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?
-¿Color rojo? Querrá decir negro…
-No; se tiene un día negro porque una engorda o porque ha llovido demasiado; estás triste, y nada más. Pero los días rojos son terribles… De repente, se tiene miedo y no se sabe por qué.

Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961)



Es un miedo distinto, el de los días rojos; un miedo inexplicable. Cada persona lo siente de una forma diferente, pero siempre absurda. La primera vez que lo sentí fue hace muchos años, yendo en el asiento de atrás del coche de mi padre, cuando pasábamos por delante del centro comercial que había en El Espinillo y me di cuenta de que al rótulo de PRYCA se le había caído la A, quedando la palabra PRYC. No puedo llamarlo miedo. Tal vez sean más indicadas las palabras inquietud, frío. “Qué extravagancia”, estará pensando cualquiera que lea estas palabras. Y no lo discuto: yo soy la primera en admitir la extrañeza que implica todo esto.

Por la misma época, o algo más tarde, volví a sentir esa inquietud una noche, mientras caminaba con mi familia por el paseo marítimo de algún lugar de veraneo que no recuerdo. Fue al ver en un coche una pegatina con el símbolo de la discoteca Penélope: una cabeza de mujer con un sombrero de cow-boy o algo parecido. Absurdo. Pero desde entonces, cada vez que veía ese logo aquella sensación regresaba.

Ha habido muchas más ocasiones. Últimamente me ocurre que siento ese mismo miedo de cauce oculto sin siquiera un motivo aparente o meramente decorativo, por así decirlo. Como un presentimiento, un temblor oculto que desestabiliza mi cordura. O tal vez no se trate de algo tan inexplicable. Puede que el miedo esté justificado en una causa razonable, pero mi alocada mente se haya empeñado siempre en reflejarlo en motivos absurdos. Tal vez para huir una vez más de la realidad.

Entradas populares

Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Con José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid, 2011

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de los premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Lectura de poemas en la Feria del Libro 2010 de Madrid

Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título