jueves, 31 de diciembre de 2009

Fin de la década

La Bella Durmiente, Walt Disney
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El pasado no es mejor que el presente, pero está iluminado por una luz sugestiva y crepuscular que es tan poética como distinta de la cruda y amarga claridad que tiene el presente.
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Pío Baroja


El año parece que llueve a lágrima viva en sus últimas horas de existencia, como si no quisiera irse, como si le costara aceptar que pronto pasará a formar parte de los recuerdos de todas las personas que han respirado bajo su cabellera tejida de meses. Tal vez quien llore no sea el año, sino el siglo, que no quiere hacerse mayor. Porque cumplir una década es algo demasiado serio que siempre nos deja un puñado de anémonas azules en los ojos.

Pero ya me he cansado de ser espectadora y de mirar la vida con los colores de antaño. Si comparo el mundo de antes con el de ahora, todo parece demasiado gris o demasiado amplio, como un jersey dos tallas más grande; y no sé muy bien si soy aquella niña que se pasaba las tardes dibujando o la adolescente que llenaba sus horas de soledad estudiando y escribiendo versos inútiles. Quizá el secreto esté en mirar las cosas con los ojos de niña, pero también de adolescente, y de nube, y de agua, y de sol. Todos los colores se funden entonces y la realidad no parece tan fría. Incluso puede que realmente no sea fría, aunque el termómetro de fuera indique que no llegamos a los diez grados.

No sé en qué esquina de mi existencia se me ocurrió dejar aquella pequeña chispa de confianza que iluminaba mis ojos y que me hacía sentirme parte de este mundo. Quienes me conozcan sabrán que soy una persona que se va dejando las cosas olvidadas allá donde va, y luego no encuentra las ganas suficientes para buscarlas. Pero he decidido abrir el cristal que he levantado en torno a mí y aventurarme a buscar aquella chispa perdida por estas realidades. Y despertar de una vez por todas, porque solo en un cuento de Perrault es posible dormir cien años y levantarte un día con las mejillas y las ilusiones intactas.

Apenas me he asomado un poco al mundo exterior y ya he descubierto que no es algo ajeno e inmóvil. Y no da tanto miedo como pensaba. Tal vez vivir en él no sea tan difícil. Tal vez merezca la pena. Y tal vez –solo tal vez- sea capaz de reunir el suficiente valor para no volver a encerrarme en mí misma.

No estoy sola. Sé que no estoy sola, por mucho que a veces me satisfaga envolverme en el más profundo de los pesimismos y pensar que lo estoy. Los que están solos, a veces, son mis pensamientos. Pero eso es porque me empeño en encerrarlos y en dejar que se marchiten en un rincón de mis ojos. También sé que no siempre ocurrirá así.

A todos aquellos que estáis dedicando unos minutos de vuestras existencias a leer esto, os deseo una feliz salida y entrada de década. Hay un montón de sueños sonámbulos esperando por nosotros más allá de las fronteras del calendario de 2009.

viernes, 25 de diciembre de 2009

Yo vuelvo por mis alas

Alumbrado navideño en Atocha


Yo vuelvo por mis alas,
dejadme volver.
Quiero morirme siendo amanecer,
quiero morirme siendo ayer.

Federico García Lorca


Hace ya años que caminas junto a mí, pero hoy te veo más cerca, como si tu presencia se hubiera vuelto menos etérea. Tal vez sea el invierno, que ha llegado de improviso, helándonos las calles y el corazón. Ni siquiera el alumbrado navideño logra aplacar el frío que parece haberse instalado en mis sentidos. Supongo que por eso me evado hacia mundos y seres imposibles.

No recuerdo un diciembre tan frío como este. La nieve, por lo general, siempre ha venido de la mano de enero, desde aquel año tan triste en el que no pude bajar al patio para hacer un muñeco de nieve porque tuvimos que marcharnos. ¿A dónde? Tú lo sabes, así que prefiero no tener que recordarlo. Al fin y al cabo, no he dejado de hacerlo desde entonces. Cuando veo nevar siento empañarse una vez más los cristales del coche de mi padre y aquel pesado y húmedo silencio. Más allá, todo es blanco.

Vamos a dar una vuelta por el centro, aunque las luces de este año no me gusten. Ya no se oye a nadie cantar villancicos por la calle, pero claro, es que esa es una moda del siglo XX… y ahora estamos en el siglo XXI. En el helado siglo XXI, esa cifra que comienza por 2, igual que esta edad recién estrenada que se me hace demasiado grande para mi diminuta presencia. Cuando pienso en el 2, siento un afán irremediable de acurrucarme cerca de algo calentito y encogerme en torno a mí misma, cerrando los ojos y soñando con que, al despertarlos, todo volverá a la normalidad y los últimos trece años no habrán sido más que un sueño. Un sueño bueno, o malo; qué más da. Confuso, fugaz, impredecible, intoxicado de ilusiones marchitas.

Me gusta vivir en esta especie de vacío que representan las Navidades. Aunque este año no puedo encontrar el acorde exacto en el que todo se volvía cálido a pesar de que el termómetro marcara varios grados bajo cero. Todavía me falta el chocolate con churros en el Café Comercial, ir al cine el día de Navidad, pasar una noche viendo varios capítulos de El Zorro, una sesión fotográfica delante del árbol y cochinillo asado. Aunque ya no pueda ser en Nochebuena. Porque tú sabes lo poco que me gusta el bacalao en Nochebuena. ¿Cuándo se ha visto eso? Es un elemento extraño, igual que todo lo que me rodea. No sé si el mundo ha cambiado o soy yo la que no logro encontrarme. He debido olvidarme a mí misma en alguno de los años que van en bicicleta desde el invierno aquel en que todo cambió. Y ahora no puedo más que mirar, observar las cosas a través de un cristal inmenso, como si la vida fuera una película en VHS y alguien hubiera pulsado el botón de avanzar. Las imágenes se suceden fugaces, incomprensibles, demasiado confusas, sin darme tiempo a pensar y casi ni a soñar. Y eso que mis lunas están tejidas con sueños. Pero es que no soy yo; no puedo ser yo. ¿Quién me ha metido en este cuerpo tan raro, en este papel tan difícil, en este siglo tan helado? ¿Dónde se han quedado mis alas, dónde mi pasmosa seguridad de que el mundo se detendría con una sola de mis lágrimas? Yo vuelvo por mis alas, dejadme volver…

Tengo la impresión de que nunca volverá a ser Navidad. Pero me sigo encontrando bien en este paréntesis atemporal que sucede a una velocidad imposible. Más allá del 6 de enero solo veo niebla, y frío, un frío espantoso, y la vida que sigue, y las realidades acechando tras la esquina más próxima. Quiero esconderme del tiempo y que todo siga, pero que se detenga mi mundo, ya que resulta imposible volver atrás.

Ni siquiera sé por qué te escribo desde hace ya años, por qué te hablo, si no eres nadie, si ni siquiera existes. No representas más que mi desenfrenado afán por escapar de la realidad que me rodea. Pero no te alejes de mí, o me sentiré terriblemente sola. Y feliz Navidad para ti también.



sábado, 5 de diciembre de 2009

Y Dafne se detuvo...

" Apolo y Dafne", Gian Lorenzo Bernini


El invierno extiende su manto de frío sobre el mundo y a mí solo se me ocurre acordarme de aquel tórrido verano de Sicilia. Qué curiosas resultan las formas de evadirse que dibuja nuestro pensamiento.


Colores de Sicilia


La luna roja imprimía una huella sangrienta
sobre las cadenciosas e infinitas ondas
del mar que, en armonía con el firmamento,
confunde sus tonalidades en un único lienzo.

Rugían los demonios mitológicos
desatados en los largos latidos de la noche;
sus monstruosas formas apenas olvidadas,
arrastrándose erguidas por los valles y montes
de la lejana isla.

El misterio asomaba por el cráter del Etna
en forma de encendidas lágrimas de fuego
refulgiendo en el negro de la noche sin fondo;
triste recuerdo antiguo del brutal Polifemo
cuyo único ojo enamorado
atesora aun hoy reminiscencias húmedas
de su adorada Galatea.

Hércules no podía soportar
cargar el peso de la Tierra
sobre sus hombros blancos
de triste adolescente desterrado;
como tú no podías mirar el infinito
sin pensar que millares de espíritus celestes
se arrojarían de un momento a otro
sobre tu rostro hambriento
de madrugadas imposibles y patéticos besos
de ensoñación temprana.

Huye, Dafne; por siempre.
Huye por las veredas escondidas,
por entre los maltrechos templos sicilianos
reducidos a ruinas veleidosas
que sucumben ante el mirar inquieto
del dios de los océanos.

Intérnate por naranjales de frutos desangrados,
por claros olivares que respiran perfumes arrancados
de la lejana Andalucía, perenne en la distancia.
Italia te recogerá con sus voces cantoras,
sus tarantellas juguetonas y sus mares alegres;
sus mares que hoy encierran las tierras sicilianas
prisioneras en las inmensidades de un reloj inactivo.

Y Dafne se detuvo.
Un rugido indolente
estremeció el Mediterráneo deshecho entre la espuma;
y el Etna sacudió sus lágrimas de fuego
bajo el eterno ojo vigilante
de un monstruo enamorado…


6 de agosto de 2008


© Marina Casado

* ADVERTENCIA: Todas las poesías han pasado por el Registro de Propiedad Intelectual.

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

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Con José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid, 2011

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Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título