lunes, 27 de junio de 2011

Melpómene

"La gran guerra", René Magritte



[…] o se regresa de uno mismo a uno mismo,
y entre espejos impávidos un rostro
me repite a mi rostro, un rostro
que enmascara a mi rostro.

Frente a los juegos fatuos del espejo
mi ser es pira y es ceniza,
respira y es ceniza,
y ardo y me quemo y resplandezco y miento
un yo que empuña, muerto,
una daga de humo que le finge
la evidencia de sangre de la herida,
y un yo, mi yo penúltimo,
que sólo pide olvido, sombra, nada,
final mentira que lo enciende y quema.

De una máscara a otra
hay siempre un yo penúltimo que pide.
Y me hundo en mí mismo y no me toco.

Octavio Paz


Todo era extraño. Mi mejor amiga volvía la cabeza al verme pasar, para no saludarme; y tú me pedías consejo con tu amor, que no era yo. Hablabas: horas y horas, siglos y siglos. Yo sonreía y actuaba, como si el universo fuera un inmenso teatro. Después caminé mecánicamente hacia el mar, que estaba demasiado frío. Y la arena pinchaba, y el sol abrasaba mis mejillas. Alguien me dijo entonces: Mírame. Tus ojos… Ni siquiera los tienes verdes, sino del color del mar. Un verde grisáceo… tal vez azulado.

¿Esa sería la razón de aquel confuso desasosiego? ¿Que mis ojos nunca han sido del color que yo creía? ¿O acaso se trata de un color cambiante, como el mar? Si así fuera, ¿qué garantía tendría yo del color de mi mirada? ¿Ni siquiera las cosas aparentemente seguras lo son? Sonreí de nuevo. Soy una actriz maravillosa, igual que mis ojos. Si las obras al menos tuvieran un final feliz.

Alguien me habló y no pude escuchar lo que decía. Tampoco hubiera querido escucharlo. Porque todo acaba con una muerte, aunque sea una muerte espiritual, y lo importante es dejarse llevar en este desbocado escenario. Las lágrimas son lo único que no resulta necesario fingir.

Fue entonces cuando intenté despertar, pero me di cuenta de que ya estaba despierta. De que no existe un telón que se pueda cerrar.




jueves, 16 de junio de 2011

Una historia conocida

"Thinking of him", Roy Lichtenstein


Ahora siento lo pobre, lo mezquino, lo triste,
lo desgraciado y muerto que tiene una garganta
cuando desde el abismo de su idioma quisiera
gritar lo que no puede, por imposible, y calla.

Rafael Alberti


-No sé, ¿qué quieres que te diga? –respondí.

¿Quieres? No “quieres”, “quiero”. Con un “te” delante. Eso es lo que tendría que haber dicho; pero al fin y al cabo, ya no importa. Ni siquiera hubiera importado entonces. No acierto a adivinar si se habría resquebrajado el mundo o solo yo.

Me recupero rápido. Dos noches a base de Orphidal y tres o cuatro poemas pesimistas para asimilar la nueva realidad. Después, se trata de no pensarlo mucho. De evitar su nombre en las conversaciones y componer la más perfecta de las sonrisas mecánicas cuando los que no me conozcan se entusiasmen por las novedades. Y entusiasmarme yo también, con el frío entusiasmo de las muñecas de cera, ocultando la feroz tormenta que me consume las entrañas.

Lo demás es mucho más fácil. Dejar correr el tiempo y perseguirlo, si hace falta, para que acelere el paso. Hasta oír esas terribles palabras en boca de algún listillo, esas palabras que fulminan la máscara de indiferencia que tanto me ha costado componer:

“Si es que la culpa es tuya, por no haberle confesado nunca lo que sentías por él. Ahora, se te han adelantado…”


* El texto constituye un extracto de uno de mis actuales proyectos en el campo de la novela corta.

viernes, 3 de junio de 2011

Retorno a la ciudad difuminada


Ojos bellos de ojeras cercados:

¡ya veréis los palacios dorados

de una vaga, ideal Estambul,

cuando lleven las hadas a Oriente

a la Bella del Bosque Durmiente,

en el carro del Príncipe Azul!


Rubén Darío

.

Hoy lo he comprendido. Dos vueltas al reloj de los años. Y regresar a Estambul, donde el viento es de plata y el Bósforo dibuja ensoñaciones sobre el agua hechizada, donde al anochecer se asoman los ocasos como extrañas brújulas celestes cubiertas de fuego, donde los cantos morunos de madrugada abren las cuerdas del corazón de par en par, y el aire huele a especias.

Tengo la sensación de algo incompleto que quedó allí, y que allí sigue esperando. No se trata de algo tangible, sino tal vez de alguna dimensión misteriosa de mi propia existencia que ahora flota suavemente sobre las aguas celestes del mar de Mármara. Y tengo miedo de volver. De que la Tierra no sea ya la misma cuando se produzcan los giros suficientes para que la visión de la Mezquita Azul, allá en el horizonte, sea de nuevo algo más que un recuerdo. Pero aunque no lo sea, ella seguirá allí, inmersa entre los gritos de los vendedores, la música moruna y el alegre caos diurno; mecida por la oscuridad y el silencio más oscuro por las noches, porque la noche en Estambul es más noche que en cualquier otra ciudad del mundo.

.

En la distancia, Estambul me susurra al oído historias de amores imposibles, secretos milenarios y bailes orientales. Y yo la recuerdo como a través de un velo, difuminada. Tal vez siempre fuera así y no se trate de mi imaginación: tal vez la realidad no exista en Estambul. Por eso quisiera regresar. Para escapar, o para olvidar mi propia huida de mí misma. Para cerrar un ciclo que comenzó entre sus torres, pronto hará dos años. Y descubrir de una vez por todas si aún no se ha desvanecido…


*Os recomiendo la lectura de una antigua entrada, El aire de Estambul: http://marinacasadohernandez.blogspot.com/2009/07/el-aire-de-estambul.html

Entradas populares

Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Con José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid, 2011

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de los premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Lectura de poemas en la Feria del Libro 2010 de Madrid

Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título