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Tonto, imbécil, loco incurable, niño imposible, no tienes compostura.
Luis Cernuda
Luis Cernuda
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Dime, ¿ya te has convencido de que una vez más te ha tocado perder? Y tú que ibas tan segura de ti misma, tan confiada en que eras la que controlaba la situación, de que el resto de elementos quedaban subordinados a tu capricho. Ingenua.
Sigues siéndolo; más ingenua que nunca. Y eso te pasa por no seguir mis consejos, por no despertar de una vez del cuento de hadas que tienes en la cabeza. No eres una princesa encantada, no existen los príncipes azules y los finales no suelen ser felices, sobre todo porque los finales nunca acaban de llegar. Y si no, que te lo digan a ti, tan segura como estabas de que aquel pensamiento sería el último. Bastaron unas palabras, una simple conversación, tal vez una mirada; para recordarte todo aquello que creías olvidado. Mira que te lo he dicho; que no existe el olvido. Que incluso los olvidos se pueden recordar.
Pero no; tú volviste a estar ciega, a mirarlo todo desde tu perspectiva infantil de caleidoscopio, sin hacerme caso, sin partir de la base de quién eres realmente. Te dije que tuvieras en cuenta tu ingenuidad, que intentaras ser más desconfiada, que no creyeras en unas palabras formuladas en el momento y en el lugar adecuado. Porque a veces las cosas se dicen por decir; son fórmulas hechas, expresiones. Y tú todo lo interpretas de forma literal. Deja de leer tanta poesía y sal un poco a la realidad. En la realidad, las personas mienten, aunque sea sin intención de hacer daño. Lo que pasa es que a ti te hace daño todo, eres presa de una hipersensibilidad ridícula que te llena los ojos de lágrimas demasiado a menudo. En la realidad, el amor rara vez es correspondido. No hay malos y buenos, todos somos ambas cosas a un tiempo. Y la gente puede apreciarte de verdad sin tener que alcanzar las fronteras de tu palacio de ladrillos rosas o correr detrás de ti con un zapato de cristal en la mano. El problema está en ti y no en los demás.
Nunca es tarde para intentar arreglarlo. No hagas de esto una tragedia, como siempre tiendes a hacer. Mézclate con esa realidad que tanto temes, mira las cosas desde una perspectiva más indolente, con sabiduría, con resignación; miente como solo los demás saben hacerlo, di la verdad cuando esta sea procedente. Trata de aprovecharte de la vida. Crece. Y por encima de todo, no sientas. No sientas tan profundamente.
Te dije que no te enamoraras, ¿recuerdas? Pero no me hiciste caso…
Dime, ¿ya te has convencido de que una vez más te ha tocado perder? Y tú que ibas tan segura de ti misma, tan confiada en que eras la que controlaba la situación, de que el resto de elementos quedaban subordinados a tu capricho. Ingenua.
Sigues siéndolo; más ingenua que nunca. Y eso te pasa por no seguir mis consejos, por no despertar de una vez del cuento de hadas que tienes en la cabeza. No eres una princesa encantada, no existen los príncipes azules y los finales no suelen ser felices, sobre todo porque los finales nunca acaban de llegar. Y si no, que te lo digan a ti, tan segura como estabas de que aquel pensamiento sería el último. Bastaron unas palabras, una simple conversación, tal vez una mirada; para recordarte todo aquello que creías olvidado. Mira que te lo he dicho; que no existe el olvido. Que incluso los olvidos se pueden recordar.
Pero no; tú volviste a estar ciega, a mirarlo todo desde tu perspectiva infantil de caleidoscopio, sin hacerme caso, sin partir de la base de quién eres realmente. Te dije que tuvieras en cuenta tu ingenuidad, que intentaras ser más desconfiada, que no creyeras en unas palabras formuladas en el momento y en el lugar adecuado. Porque a veces las cosas se dicen por decir; son fórmulas hechas, expresiones. Y tú todo lo interpretas de forma literal. Deja de leer tanta poesía y sal un poco a la realidad. En la realidad, las personas mienten, aunque sea sin intención de hacer daño. Lo que pasa es que a ti te hace daño todo, eres presa de una hipersensibilidad ridícula que te llena los ojos de lágrimas demasiado a menudo. En la realidad, el amor rara vez es correspondido. No hay malos y buenos, todos somos ambas cosas a un tiempo. Y la gente puede apreciarte de verdad sin tener que alcanzar las fronteras de tu palacio de ladrillos rosas o correr detrás de ti con un zapato de cristal en la mano. El problema está en ti y no en los demás.
Nunca es tarde para intentar arreglarlo. No hagas de esto una tragedia, como siempre tiendes a hacer. Mézclate con esa realidad que tanto temes, mira las cosas desde una perspectiva más indolente, con sabiduría, con resignación; miente como solo los demás saben hacerlo, di la verdad cuando esta sea procedente. Trata de aprovecharte de la vida. Crece. Y por encima de todo, no sientas. No sientas tan profundamente.
Te dije que no te enamoraras, ¿recuerdas? Pero no me hiciste caso…