martes, 10 de mayo de 2011

Un año después


René Magritte

No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.

Federico García Lorca

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Escribo para nadie desde aquí, desde el quicio del mundo, de mi propio mundo. Desde el universo que se tambalea y que agobia y presiona y se desvanece por las noches para volver a tomar forma en extrañas pesadillas en las que a una mujer le crece en la mejilla el misterioso ojo de un niño fallecido hace décadas, y poco a poco su visión deja de ser la propia para convertirse en la del niño, y ve a toda la gente más alta y las cosas más iluminadas, como si el prisma de su existencia hubiera cambiado. No puedo dejar de pensar que tal vez me haya crecido a mí también un ojo invisible desde hace exactamente un año, porque no logro ver las cosas tal como las he visto siempre. Y a la vez, sigo siendo la misma.

Escribo para nadie porque no se me ocurre alguien mejor a quien escribirle, aun sabiendo que nadie es un concepto que nada significa, y que resulta absurdo dirigirse a lo que ya no existe. No es más que otro mecanismo de evasión, supongo.

Te escribo porque, si como decía aquel tango, veinte años no es nada, imagínate qué poco significa uno. Desde que no estás, el sentido de las cosas tiembla y se resquebraja y ya nada parece durable en mi frenética existencia, pero lo peor es que ni siquiera me da tiempo a reflexionar sobre ello. Parece como si la seguridad que había en tu voz y en tu llegada cada día, a la misma hora, y en tus pasos y en tus caramelos de menta, envolviese el resto de las cosas del mundo. Y que ahora, cuando ya no queda nada de aquello –salvo envoltorios vacíos-, lo demás se desvanece –como yo, como todos-; siempre desde más allá de esa frontera de un día de mayo de hace un año.

A punto de arrastrarme por el precipicio de la incertidumbre, escribo. Con la noche en el lomo de la ventana, con la mortecina luz de una farola proyectándose en el cristal. Con un recuerdo mudo que parece atemporal. Y escribo para nadie, para la nada, para lo que no existe. Como no podría ser de otro modo.


Siento que cada vez estoy más lejos.

lunes, 2 de mayo de 2011

La otra niebla


No se debe jugar al espectro porque se llega a serlo.

Alejandra Pizarnik

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A veces se me ocurre que hubiera sido una buena paleontóloga. Me apasionaban los dinosaurios: me sabía los nombres de todos y me encantaba coleccionar figuritas de plástico. Supongo que la película de El Valle Encantado contribuyó en gran medida a avivar mi pasión.

También hubiera querido ser astrónoma. Nunca he podido disimular la gran atracción que ejerce sobre mí el Universo: con sus planetas, estrellas, meteoritos… recuerdo especialmente mi entrañable admiración por los anillos de Saturno. En los juegos que me inventaba siempre viajábamos allí.

Al final no fui ni una cosa ni otra, porque las Matemáticas se me atravesaron. Tampoco me pinché el dedo con el huso de una rueca a los dieciséis, ni mucho menos vino a rescatarme de la cruel realidad ese Príncipe Azul que a veces todavía espero, aun sabiendo que nunca me encontrará, suponiendo que exista. Me metí a Periodismo por meterme en algo, y después de todo parece que ni siquiera voy a ser periodista.

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Yo creo que al final he resultado no ser nada. Escritora, es posible; si consideramos así a cualquiera que plasma sus divagaciones en un papel y aspira a perpetuarlas en el tiempo. Pero ni siquiera el mundo que me rodea es algo, excepto una gran mentira en la que todo fluye incansablemente, en la que no existe ni podrá existir una sola verdad. Las cosas están rodeadas de niebla, de esa niebla de la que hablaba Augusto Pérez, que no es la misma niebla que avistamos desde las cumbres heladas del invierno. Una especie de soledad que se te mete dentro y que a veces es lo único que se mantiene por detrás de todo este continuo fluir.

Es por eso que a menudo no puedo evitar desvanecerme, como una mentira más…

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

Con José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid, 2011

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de los premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Lectura de poemas en la Feria del Libro 2010 de Madrid

Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título