viernes, 12 de diciembre de 2008

Si el aire hablase


No recordaba cuánto tiempo hacía que había empezado a hablar solo en voz alta cuando no tenía nadie con quien hablar. En los viejos tiempos, cuando estaba solo, cantaba; a veces, de noche, cuando hacía su guardia al timón de las chalupas y los tortugueros cantaban también. Probablemente había empezado a hablar en voz alta cuando se había ido el muchacho. Pero no recordaba. Cuando él y el muchacho pescaban juntos, generalmente hablaban únicamente cuando era necesario. Hablaban de noche o cuando los cogía el mal tiempo. Se consideraba una virtud no hablar innecesariamente en el mar y el viejo siempre lo había considerado así y lo respetaba. Pero ahora expresaba sus pensamientos en voz alta muchas veces, puesto que no había nadie a quien pudiera mortificar.

-Si los otros me oyeran hablar en voz alta creerían que estoy loco- dijo en voz alta -. Pero, puesto que no estoy loco, no me importa […]


Ernest Hemingway, El viejo y el mar



Yo también hablo sola a menudo. Lanzo las palabras por el aire, las contemplo unos segundos y luego las dejo evaporarse bajo el manto del silencio. Porque a veces, el silencio es mejor confidente que cualquier persona de carne y hueso. Porque tienes la certeza de que no te traicionará, de que no se aterrorizará por nada de lo que le cuentes, de que no esperará a que te des la vuelta para comentar con el primero que se cruce en su camino. A menudo, los seres que no existen son los que mejor podrían comprendernos, mejor que cualquiera de esos que aseguran comprenderte y en su interior se regocijan porque, con lo que les has contado, ya tienen un nuevo tema de conversación para quedar bien delante de otros.

No sé si hablar sola es una forma de perseguir la soledad o si, al contrario, se trata de una manera de evadirla. Pero lo que resulta claro es que la soledad se impone como elemento imprescindible. Yo, que siempre la he temido, últimamente empiezo a congraciarme con ella, como si hubiera asumido el hecho de que estamos destinadas a permanecer unidas. Ella es el testigo invisible de mis más extravagantes reflexiones, la misteriosa cómplice que me ayuda a quitarme la máscara de fortaleza con la que día a día me presento ante los demás. A veces no es necesario hablar en voz alta, a veces basta con escribir un par de versos evanescentes que cada uno interpretará después como quiera, y que te hacen sentirte un poco más cerca del sueño de ser poeta.

Si el aire hablase, podría dejar tantos secretos al descubierto. Las personas dejarían de ser las que nosotros conocemos para convertirse en las que siempre han sido, y todo se volvería un caos, porque hay pensamientos que nunca deberían salir a la luz. El aire está cargado de millones de palabras formuladas en soledad, de los secretos más profundos y oscuros de toda la Humanidad, desde el principio de los tiempos. Hay instantes en que cierro los ojos y me parece escucharlos como leve caricia sobre el silencio, y me percato de que esos secretos son también los míos…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Si el aire hablase, sí; pero todo lo más, susurra, para nosotros, desde nosotros. Los secretos que contar pudiera de los demás se desvanecen. No solo basta; es además necesario escribirlos para ser poeta, sueño que no versos, sino verdad, implica.

Buen fragmento y mejor entrada.

Óscar Sejas dijo...

Así es, el silencio siempre es discreto y guarda mejor los secretos que nadie que conozcas.

A veces, la soledad hace acto de presencia y se sienta a comer en nuestra mesa. Dirigirle la palabra no es equivocado, también tiene cosas que ofrecernos, hay que saber escucharla a veces. Pero también hay que saber echarla a tiempo.

Hay unos versos de Cernuda que rezan:

"Cómo llenarte, soledad,
sino contigo misma...

De niño, entre las pobres guaridas de la tierra,
quieto en ángulo oscuro,
buscaba en ti, encendida guirnalda,
mis auroras futuras y furtivos nocturnos,
y en ti los vislumbraba,
naturales y exactos, también libres y fieles,
a semejanza mía,
a semejanza tuya, eterna soledad."

¿Pero se puede hablar con ella? ¿Ella va a escucharnos?

Quizás sólo asienta desde un rincón, sin abrir la boca, esperando que, en cualquier momento, le revelemos nuestros secretos, nuestras inquietudes, para anotarlas y archivarlas y así, poder recordarlas en futuras visitas.

Me hiciste pensar mucho con tu entrada. Si no te importa voy a colocar un enlace a tu blog en el mío. Bajo el título: "Como un naipe cuya baraja se ha perdido".

Edu dijo...

El silencio es el templo de la reflexion, quizas sea uno mismo, dejandose escuchar...el viento es el aire intentado hablar.
Un Saludo de besos.

Anónimo dijo...

...sí...la verdad nadie comprende lo que te pasa y sientes mejor que uno mismo...aunq tmb creo y espero...y quiero creer que hay personas en las que poder confiar...quiero seguir teniendo esperanza...aunq hay cosas que son inexpresables...

BesiUs

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