
Cancioncilla sevillana
Amanecía
en el naranjel.
Abejitas de oro
buscaban la miel.
¿Dónde estará
la miel?
Está en la flor azul,
Isabel.
En la flor;
del romero aquel.
(Sillita de oro
para el moro.
Silla de oropel
para su mujer.)
Amanecía
en el naranjel
Federico García Lorca, Canciones para niños
Cada vez que leo este poema me asaltan lejanos y entrañables recuerdos de aquellas tardes de colegio en las que nos hacían repetir los versos de Lorca una y otra vez. Solo que a los cinco años no sabíamos quién era Lorca, o tal vez teníamos una vaga noción de que se trataba de un poeta –uno de esos señores tan aburridos que escribían cosas incomprensibles. Pero aquella cancioncilla nos gustaba. Y esa otra de Miguel Hernández, la que empezaba “En cuclillas ordeño una cabrita y un sueño…”. Hace muy poco me enteré de que era de Miguel.
Marina, la verdadera Marina –esa que prefería llamarse Nana-, la que no tenía miedo de decir lo que sentía en cualquier momento, la que interrumpía en clase y se pasaba el día dando órdenes a los demás, cantando y jugando a las muñecas; emerge del rincón oscuro de sus cinco años y me recuerda que en aquellos tiempos me encantaba el nombre de Isabel, y se indigna de verme tan tímida, tan sumisa, tan melancólica. ¿Cuándo se produjo el cambio?
Hoy, rodeada de ojos que me persiguen allá donde vaya, de voces que susurran a mis espaldas y comercian con secretos y juegan con los corazones como si estos fueran balones de fútbol; me gusta recordar que entonces los niños aún no habían aprendido a ser crueles de verdad, y las mentiras eran dulcemente inocentes. Si te sentías destrozada no tenías que disimularlo bajo la máscara de la indiferencia, sino que te echabas a llorar y alguien corría a consolarte, para al cabo de un rato volver a sonreír. Y entonces, las sonrisas eran de verdad.
Desde sus lejanos cinco años, Marina me pregunta quién soy yo y qué he hecho con la niña que fui.
Amanecía
en el naranjel.
Abejitas de oro
buscaban la miel.
¿Dónde estará
la miel?
Está en la flor azul,
Isabel.
En la flor;
del romero aquel.
(Sillita de oro
para el moro.
Silla de oropel
para su mujer.)
Amanecía
en el naranjel
Federico García Lorca, Canciones para niños
Cada vez que leo este poema me asaltan lejanos y entrañables recuerdos de aquellas tardes de colegio en las que nos hacían repetir los versos de Lorca una y otra vez. Solo que a los cinco años no sabíamos quién era Lorca, o tal vez teníamos una vaga noción de que se trataba de un poeta –uno de esos señores tan aburridos que escribían cosas incomprensibles. Pero aquella cancioncilla nos gustaba. Y esa otra de Miguel Hernández, la que empezaba “En cuclillas ordeño una cabrita y un sueño…”. Hace muy poco me enteré de que era de Miguel.
Marina, la verdadera Marina –esa que prefería llamarse Nana-, la que no tenía miedo de decir lo que sentía en cualquier momento, la que interrumpía en clase y se pasaba el día dando órdenes a los demás, cantando y jugando a las muñecas; emerge del rincón oscuro de sus cinco años y me recuerda que en aquellos tiempos me encantaba el nombre de Isabel, y se indigna de verme tan tímida, tan sumisa, tan melancólica. ¿Cuándo se produjo el cambio?
Hoy, rodeada de ojos que me persiguen allá donde vaya, de voces que susurran a mis espaldas y comercian con secretos y juegan con los corazones como si estos fueran balones de fútbol; me gusta recordar que entonces los niños aún no habían aprendido a ser crueles de verdad, y las mentiras eran dulcemente inocentes. Si te sentías destrozada no tenías que disimularlo bajo la máscara de la indiferencia, sino que te echabas a llorar y alguien corría a consolarte, para al cabo de un rato volver a sonreír. Y entonces, las sonrisas eran de verdad.
Desde sus lejanos cinco años, Marina me pregunta quién soy yo y qué he hecho con la niña que fui.
5 comentarios:
la niña revivirá cada vez que escribas con la sinceridad y la sencillez con que lo has hecho hoy
tienes mucha razón lo dices todo tú...y sí ahí q ir a ese baúl y rescatar lo bueno d esa Marina q no se amedrentaba ante nada,ni nadie y donde,que verdad,las sonrisas eran de verdad....
me he enamorado de esa foto.
Yo, ese cambio lo asocio al hecho de hacerse mayor. Con el paso del tiempo muchas personas vamos volviéndonos cada vez más introvertidas hasta el punto de no aguantarlo más y, en un ataque de rebeldía, decidimos volver a ser los niños "que interrumpían en clase y se pasaban el día dando órdenes a los demás"; aunque sin esa inocencia perdida.
Al final, uno es lo que quiere ser. Por tanto, no tengas miedo a rebelarte y a mostrarte tal como eres y como piensas :D Al principio es duro, pero al final reconforta y ta hace cada vez más fuerte :)
Un saludo!!
Hola.
Por si te gusta y te apetece, estás invitada a participar en este concurso.
www.literaturaenmurcia.blogspot.com
Por cierto, llegué aquí através de andrea.
Un saludo
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