miércoles, 30 de junio de 2010

Ingenua

"Hopeless", Roy Lichtenstein
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Tonto, imbécil, loco incurable, niño imposible, no tienes compostura.

Luis Cernuda

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Dime, ¿ya te has convencido de que una vez más te ha tocado perder? Y tú que ibas tan segura de ti misma, tan confiada en que eras la que controlaba la situación, de que el resto de elementos quedaban subordinados a tu capricho. Ingenua.

Sigues siéndolo; más ingenua que nunca. Y eso te pasa por no seguir mis consejos, por no despertar de una vez del cuento de hadas que tienes en la cabeza. No eres una princesa encantada, no existen los príncipes azules y los finales no suelen ser felices, sobre todo porque los finales nunca acaban de llegar. Y si no, que te lo digan a ti, tan segura como estabas de que aquel pensamiento sería el último. Bastaron unas palabras, una simple conversación, tal vez una mirada; para recordarte todo aquello que creías olvidado. Mira que te lo he dicho; que no existe el olvido. Que incluso los olvidos se pueden recordar.

Pero no; tú volviste a estar ciega, a mirarlo todo desde tu perspectiva infantil de caleidoscopio, sin hacerme caso, sin partir de la base de quién eres realmente. Te dije que tuvieras en cuenta tu ingenuidad, que intentaras ser más desconfiada, que no creyeras en unas palabras formuladas en el momento y en el lugar adecuado. Porque a veces las cosas se dicen por decir; son fórmulas hechas, expresiones. Y tú todo lo interpretas de forma literal. Deja de leer tanta poesía y sal un poco a la realidad. En la realidad, las personas mienten, aunque sea sin intención de hacer daño. Lo que pasa es que a ti te hace daño todo, eres presa de una hipersensibilidad ridícula que te llena los ojos de lágrimas demasiado a menudo. En la realidad, el amor rara vez es correspondido. No hay malos y buenos, todos somos ambas cosas a un tiempo. Y la gente puede apreciarte de verdad sin tener que alcanzar las fronteras de tu palacio de ladrillos rosas o correr detrás de ti con un zapato de cristal en la mano. El problema está en ti y no en los demás.

Nunca es tarde para intentar arreglarlo. No hagas de esto una tragedia, como siempre tiendes a hacer. Mézclate con esa realidad que tanto temes, mira las cosas desde una perspectiva más indolente, con sabiduría, con resignación; miente como solo los demás saben hacerlo, di la verdad cuando esta sea procedente. Trata de aprovecharte de la vida. Crece. Y por encima de todo, no sientas. No sientas tan profundamente.

Te dije que no te enamoraras, ¿recuerdas? Pero no me hiciste caso…

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Si la vida te da la espalda
Pues agarrale el culo...

Edu dijo...

El amor tiene su propia opinion y no responde a razones ni consejos, es el mismo...
Besos

J. A. Hernández ☆ dijo...

"Mira que te lo he dicho; que no existe el olvido. Que incluso los olvidos se pueden recordar." Te invito a que veas una peliculita llamada "Eternal sunshine of the spotless mind".

Y otro día te hablo sobre mi "teoría de la idealización" o "autoproyección", que se fundamenta en que bajo "determinadas circunstancias" tendemos a desvirtuar inconscientemente la realidad en la búsqueda de un ideal...bla, bla, bla ^^

J. A. Hernández ☆ dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dylan Forrester dijo...

Una pena, pero en cosas del corazón nadie manda.

Óscar Sejas dijo...

A pesar de todo sabes que no podrás convertirte "en alguien más".

Cada uno somos lo que somos y hay que aprender a llevarlo. Efectivamente, la gente miente y es algo que te seguirá recordando día a día la vida. Pero todos lo hacemos, cada cual a nuestra manera porque nadie hace nada desinteresadamente.

Sabes que encontrarás lo que buscas. De hecho seguro que no está tan lejos de ti. A veces hay que tomar los caminos que no esperamos tomar nunca, que suelen ser los que más miedo nos dan ¿y si sale bien?

Confía un poco en ti.

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

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Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título