
Mañana me oiréis afirmar que aún existen alturas donde los oídos perciben el rastro de una hoja muerta diez siglos antes y ese nombre velado que flota en el descenso de las voces desaparecidas.
Ya a mí no me hace falta nada para comprobar la redondez de la Tierra.
Rafael Alberti, Sermones y moradas
Tengo la impresión de que nunca se dará ese cúmulo de casualidades necesarias para transformar de una vez aquel sueño de siempre en forma humana. Es algo inherente al destino. Tan cerca, y sin embargo tan lejos… Pero tu voz ya no existe, y eso es sinónimo de decir que solo existe en mi memoria, y de una forma bastante distorsionada, como las voces de los niños que un día conocimos y que crecieron sin que pudiéramos ser testigos. Por eso, hoy tu voz, esa voz, ya no existe.
Si pienso en ti, un elefante de plata huye por las esquinas recónditas de mis recuerdos, siempre esperando ser alcanzado. Un elefante de plata con la autoestima muy baja a causa de una niña que no sabía agradecer los regalos. Ha huido tan lejos que –esta vez- ya no ha podido ser alcanzado. Y eso que siempre perseguías a los que se dejaban pillar con más facilidad. Cuando los alcanzabas, sonreías triunfante, con una sonrisa casi tan distorsionada como tu voz, y por alguna razón recuerdo un pozo en medio de la arena. Sé que nunca hubo ningún pozo allí, pero en algún sitio nos teníamos que subir para tocar las nubes con la punta de los cabellos. Y para escuchar en mi nuevo walkman aquella cinta antiquísima de sevillanas, aquella que parecía que se iba a romper si la ponía una vez más, de tan vieja que era. Todavía la conservo.
Cada vez que paso por aquel rincón de rejas amarillas y ladrillos blanquecinos, me pregunto qué habría ocurrido si, en vez de irme, me hubiera quedado. Si hubiese seguido contemplando tu rostro día tras día, y escuchando que el rojo era tu color favorito, y regalándote algún secreto de forma ocasional. Hoy, tal vez no tendría este complejo de eterna adolescente que me hace volver a aquellos días. Pero tu voz habría muerto de cualquier modo, y quizá de una forma más definitiva. Puede que lo mejor fuera no romper esa burbuja de cristal que te rodea en mi memoria.
Pero ahora, solo el presente puede modificar el curso del pasado.
Ya a mí no me hace falta nada para comprobar la redondez de la Tierra.
Rafael Alberti, Sermones y moradas
Tengo la impresión de que nunca se dará ese cúmulo de casualidades necesarias para transformar de una vez aquel sueño de siempre en forma humana. Es algo inherente al destino. Tan cerca, y sin embargo tan lejos… Pero tu voz ya no existe, y eso es sinónimo de decir que solo existe en mi memoria, y de una forma bastante distorsionada, como las voces de los niños que un día conocimos y que crecieron sin que pudiéramos ser testigos. Por eso, hoy tu voz, esa voz, ya no existe.
Si pienso en ti, un elefante de plata huye por las esquinas recónditas de mis recuerdos, siempre esperando ser alcanzado. Un elefante de plata con la autoestima muy baja a causa de una niña que no sabía agradecer los regalos. Ha huido tan lejos que –esta vez- ya no ha podido ser alcanzado. Y eso que siempre perseguías a los que se dejaban pillar con más facilidad. Cuando los alcanzabas, sonreías triunfante, con una sonrisa casi tan distorsionada como tu voz, y por alguna razón recuerdo un pozo en medio de la arena. Sé que nunca hubo ningún pozo allí, pero en algún sitio nos teníamos que subir para tocar las nubes con la punta de los cabellos. Y para escuchar en mi nuevo walkman aquella cinta antiquísima de sevillanas, aquella que parecía que se iba a romper si la ponía una vez más, de tan vieja que era. Todavía la conservo.
Cada vez que paso por aquel rincón de rejas amarillas y ladrillos blanquecinos, me pregunto qué habría ocurrido si, en vez de irme, me hubiera quedado. Si hubiese seguido contemplando tu rostro día tras día, y escuchando que el rojo era tu color favorito, y regalándote algún secreto de forma ocasional. Hoy, tal vez no tendría este complejo de eterna adolescente que me hace volver a aquellos días. Pero tu voz habría muerto de cualquier modo, y quizá de una forma más definitiva. Puede que lo mejor fuera no romper esa burbuja de cristal que te rodea en mi memoria.
Pero ahora, solo el presente puede modificar el curso del pasado.
3 comentarios:
Que bonita bienvenida... Por una cabeza. Me gusta tu forma de escribir. Muy lúcida... Encantadora. Buen blog!
Bueno, a veces recurrimos demasiado a la memoria para no enfrentarnos al presente. Esto tiene su lado bueno y su lado malo.
El bueno es que todo es como siempre quisimos que fuera, el malo es que no se pueden las estrellas cuando hay lágrimas en nuestros ojos(versión libre de la frase de Tagore jejeje).
De todas formas, está bien recordar lo que fuimos, para saber a donde vamos.
Un abrazo.
Bella musica, con la que has decorado hoy tu espacio. El presente puede cambiar la interpretacion del pasado, es el circulo de todas nuestras vidas, nos pasamos interpretando y buscando un porque al ayer.
Un Saludo.
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