Yo seré buscador de oro en Alaska, cowboy en Australia, torero en Sevilla, o algo más que todo eso: no seré nada, y entonces mi vida tendrá esa admirable gratuidad de las existencias perfectas. Y estas palabras que me asaltan: «el desgraciado contable llora la huida morganática de la jirafa en pantuflas», me llenan de una nostalgia irremediable […]
Luis Cernuda, El indolente
Vivimos dominados por una especie de creencia ciega en los sueños inútiles, en los sufrimientos. Siempre aspiramos a un algo más que resulta imposible de lograr, como imposible es su existencia. ¿Por qué ese eterno inconformismo? Pareciera que nuestra vida se nutre de ilusiones que navegan a la deriva, prestas a chocar contra la brusca forma de la realidad. Y no encontramos otro sentido, a pesar de que no hagamos otra cosa que buscarlo.
No voy a afirmar que no merece la pena soñar. Claro que merece, pero siempre tomando conciencia de la propia esencia onírica de nuestros sueños. Los sueños, sueños son, que dijo Calderón de la Barca. El error, el que vengo cometiendo desde siempre, es pretender mezclarlos con la realidad, sin querer admitir que son como el agua y el aceite, pertenecen a mundos distintos. Es la eterna lucha de realidad y deseo que tan bien supo exteriorizar Luis Cernuda.
Ahora ya muchas de las cosas que importaban se han convertido en frágiles anécdotas que al pasar me guiñan sus ojos invisibles. Y es que he decidido vivir en un mundo regido por mi desbocado anonimato, mi desconfianza hacia el futuro y mis momentáneas ilusiones y rabietas de niña de seis años. No pienso madurar en este mundo tan gris; nadie me puede obligar a hacerme mayor, ni siquiera el Tiempo. He decidido que quiero ser todo y a la vez nada, y reírme de la sensiblería empalagosa y de las ambiciones inocuas y conmoverme con cualquier arranque repentino de vulnerabilidad o de extravagancia. Cómo detesto esa patética seguridad de algunas personas. Creen que sus pasos siguen un sendero determinado por el mundo, como si no existiera el azar o las casualidades, y que sus decisiones siempre son las acertadas. La seguridad es la negación de la humanidad, y toda decisión cierra miles de puertas a lo que pudo haber sido y no fue.
No pretendo ser hielo, pero sí aire. Y deslizarme levemente por el mundo, con cuidado de no permanecer mucho tiempo en el mismo sitio, para que mi corazón no albergue la idea de arraigar en él. Y sonreír a todo desde lejos, haciéndome más fuerte en mi papel de espectadora. Cuando el vacío resulte demasiado insoportable, saltaré a mi mundo de fantasía, ese del que nadie más que yo guarda la llave. Allí todo sucede tal como tiene que suceder, y los sueños son la única realidad. Y nadie me va a impedir tener alas cuando quiera tenerlas, o respirar debajo del agua, o vivir en mi propio palacio de cuento de hadas. Me basta esto para ser feliz –si es que la felicidad es algo más que una abstracción desteñida.
Luis Cernuda, El indolente
Vivimos dominados por una especie de creencia ciega en los sueños inútiles, en los sufrimientos. Siempre aspiramos a un algo más que resulta imposible de lograr, como imposible es su existencia. ¿Por qué ese eterno inconformismo? Pareciera que nuestra vida se nutre de ilusiones que navegan a la deriva, prestas a chocar contra la brusca forma de la realidad. Y no encontramos otro sentido, a pesar de que no hagamos otra cosa que buscarlo.
No voy a afirmar que no merece la pena soñar. Claro que merece, pero siempre tomando conciencia de la propia esencia onírica de nuestros sueños. Los sueños, sueños son, que dijo Calderón de la Barca. El error, el que vengo cometiendo desde siempre, es pretender mezclarlos con la realidad, sin querer admitir que son como el agua y el aceite, pertenecen a mundos distintos. Es la eterna lucha de realidad y deseo que tan bien supo exteriorizar Luis Cernuda.
Ahora ya muchas de las cosas que importaban se han convertido en frágiles anécdotas que al pasar me guiñan sus ojos invisibles. Y es que he decidido vivir en un mundo regido por mi desbocado anonimato, mi desconfianza hacia el futuro y mis momentáneas ilusiones y rabietas de niña de seis años. No pienso madurar en este mundo tan gris; nadie me puede obligar a hacerme mayor, ni siquiera el Tiempo. He decidido que quiero ser todo y a la vez nada, y reírme de la sensiblería empalagosa y de las ambiciones inocuas y conmoverme con cualquier arranque repentino de vulnerabilidad o de extravagancia. Cómo detesto esa patética seguridad de algunas personas. Creen que sus pasos siguen un sendero determinado por el mundo, como si no existiera el azar o las casualidades, y que sus decisiones siempre son las acertadas. La seguridad es la negación de la humanidad, y toda decisión cierra miles de puertas a lo que pudo haber sido y no fue.
No pretendo ser hielo, pero sí aire. Y deslizarme levemente por el mundo, con cuidado de no permanecer mucho tiempo en el mismo sitio, para que mi corazón no albergue la idea de arraigar en él. Y sonreír a todo desde lejos, haciéndome más fuerte en mi papel de espectadora. Cuando el vacío resulte demasiado insoportable, saltaré a mi mundo de fantasía, ese del que nadie más que yo guarda la llave. Allí todo sucede tal como tiene que suceder, y los sueños son la única realidad. Y nadie me va a impedir tener alas cuando quiera tenerlas, o respirar debajo del agua, o vivir en mi propio palacio de cuento de hadas. Me basta esto para ser feliz –si es que la felicidad es algo más que una abstracción desteñida.
4 comentarios:
uy q cierto!!!!!........pero a pesar de todo, haces q suene bonito con tus palabras jeje.....
besitoss!!!
Cada uno busca sus propias forma de felicidad y no son las correctas pero tampoco las equivocadas, simplemente son las de cada uno.
Si matásemos ese mundo aparte de fantasía del que hablas ¿a dónde escaparíamos cuándo no encontrásemos playas desiertas, carreteras sin fin o paraísos por descubrir?
Tener un "mundo" aparte es quizás una necesidad humana, tan humana como necesitar un abrazo o una sonrisa para saber que todo va bien.
Aunque ya te lo dije un día, que no se pierda la tuya nunca.
Un abrazo.
Claro que no Marina, nadie te impedira tener alas y volar por encima de prejuicios y mediocridades.Un abrazo
Los sueños, tienen algo de fantasia, imaginacion y realidad, algo de aspiracion humana y deseo.
Los sueños son como la utopia, la misma que segun Galeano, sirve para dar pasos, caminar, crear. La miseria del alma o lo amoral, jamas entendera lo que significa la superacion de los propios limites que la sociedad impone. Seria como explicar aun ser de las cavernas el feudalismo o el teorema de pitagoras, por mucha didactica o pedagogia nunca entenderia, no ya el concepto, sino el fin de el.
Un Saludo.
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