
Asta su abuelo, Francisco de Goya
EL MARQUÉS.- [...] ¿Y se muere mucha gente esta temporada?
UN SEPULTURERO.- No falta faena. Niños y viejos.
OTRO SEPULTURERO.- La caída de la hoja siempre trae lo suyo.
[...]
EL MARQUÉS.- ¿No habéis conocido ninguna viuda inconsolable?
UN SEPULTURERO.- ¡Ninguna! Pero pudiera haberla.
EL MARQUÉS.- ¿Ni siquiera habéis oído hablar de Artemisa y Mausoleo?
UN SEPULTURERO.- Por mi parte, ni la menor cosa.
OTRO SEPULTURERO.- Vienen a ser tantas las parentelas que concurren a estos lugares, que no es fácil conocerlas a todas.
Ramón María del Valle-Inclán, Luces de bohemia
Si a Valle-Inclán le divertía que los pobres sepultureros desconocieran la historia de Mausolo y su esposa Artemisia, que le construyó un inmenso templo –un mausoleo- a su muerte, no puedo imaginarme qué sería de él en nuestra época. Cuántos esperpentos podría inspirarle el hecho de que, al señalar a una joven estudiante la casa donde vivió Rafael Alberti, recibiera, como yo recibí, la siguiente respuesta: “¿Rafael Alberti? ¿Quién es, tu ex?”. O que alguien le preguntase, como a mí, “qué escribió Robert Redford”; o escuchar esta tajante afirmación: “He visto en el cine la película del Libro del buen amor, con Mario Casas. Me ha encantado”. De acuerdo, estaba confundiendo el Libro del buen amor con ese best-seller del tal Moccia, Perdona si te llamo amor; pero, ¿os imagináis por un momento a Mario Casas –excelso actor donde los haya- interpretando al Arcipreste de Hita? Es la más pura esencia del esperpento.
Vivimos en un país en el que los ladrones juzgan a sus jueces –la honradez recompensada, siempre, en España-, en una democracia en la que investigar crímenes del franquismo puede conducirte a la cárcel y donde los peregrinos de la Iglesia Católica aprovechan para ir al Zara de Madrid mientras su Santidad –antiguo miembro de las Juventudes Hitlerianas- está dando un discurso apoyado económicamente por nuestro Gobierno “laico”. El loro aquel de la cueva de Zaratustra que gritaba “¡Viva España!” sobrevuela aún nuestros telediarios, e incluso hay alguna otra nueva especie de pajarraco que ha modernizado el grito a “¡Viva el vino!” –es aquí donde todos nos imaginamos al susodicho personaje sonriendo por debajo de su bigote, mientras suena de fondo aquella canción de Ramoncín: Litros de alcohol.
La vigencia del esperpento cada día me asusta más, porque no hace sino crecer. La televisión es el espejo deformador de nuestros días: hemos pasado de ver series sobre la biografía de García Lorca o basadas en la obra de Galdós, Fortunata y Jacinta; a llorar con las aventuras de Isabel Pantoja y Julián Muñoz amachambrando millones por Costa del Sol –al fin y al cabo ellos también lucharon contra la sociedad; ¡qué incomprendidos son a veces los corruptos…! Y si con la televisión me quedo corta, podemos trasladarnos también a la gran pantalla, donde de vez en cuando nos encontramos con alguna perlita, como la nueva creación de José Luis Garci, cuyo argumento podría resumirse en la llegada de los míticos Sherlock Holmes y Watson a la España de finales del siglo XIX en busca de... ¿Jack el Destripador? Y la cosa no termina ahí, porque en esta brillante y arriesgada misión recibirán la ayuda, nada más y nada menos, que de Isaac Albéniz, quien por lo visto ya se había cansado de componer suites y decidió que le vendría bien jugar un tiempo a los detectives. ¿Y quién mejor, para interpretar a Albéniz, que nuestro adorado ex alcalde y actual Ministro de Justicia –o Injusticia-, Alberto Ruiz Gallardón? Sí; no se trata de ninguna broma: Gallardón hace sus pinitos en el mundo del espectáculo, como ilustre sobrino-nieto del compositor. Y bienvenidos a Sssshpaña.
La otra noche, pasando por el Callejón del Gato, me reencontré con los valleinclanescos espejos, enmarcados en la pared del célebre bar de tapas Las Bravas. Muy castizo, todo. Muy esperpéntico, el hecho de que hayan acabado en un bar de tapas. Don Ramón sonreiría al enterarse. Me paré frente a uno de ellos y contemplé en silencio mi deformado reflejo, ocurriéndoseme que él se adaptaría mucho mejor que yo a este mundo desquiciante…