Conil de la Frontera
Acodado al balcón miro
insaciable el oleaje,
oigo sus oscuras
imprecaciones,
contemplo sus blancas
caricias;
Tú, verdad solitaria,
Transparente pasión, mi
soledad de siempre,
Eres inmenso abrazo;
El sol, el mar,
La oscuridad, la estepa,
El hombre y el deseo,
La airada muchedumbre,
¿Qué son sino tú misma?
Luis Cernuda
2 de agosto de 2012:
Tu estado de ánimo se debate
entre la cercanía del mar y la acuciante falta de intimidad que te embarga. La
soledad se vuelve tan necesaria como añorada, porque resulta difícil para los
demás comprender al alma propensa a la poesía. Comprender que, a veces, el
viento regala oraciones que solo se escuchan con los ojos y los labios
cerrados; que a la hora de traducir en palabras el ronroneo suave del océano,
la más inocente de las miradas resulta indiscreta.
Compartir con alguien un
silencio, sin que este se vuelva incómodo o raye las fronteras del hastío, es
la más alta demostración de complicidad, de conexión entre almas, que casi
trasciende lo humano.
Levantas la cabeza del
cuaderno y dejas que tus cabellos se
estremezcan bajo el murmullo de la brisa, igual que las palmeras que saludan
con sus hojas al sol de mediodía. Cuando tus ojos buscan la línea del horizonte
para encontrarse con el azul cansado del océano, sonríes al descubrirlo todo
borroso, y coges las gafas de forma resignada, automática. Es la realidad, de
nuevo, imponiéndose sobre la belleza de lo evanescente, sobre las ciudades
construidas por tu soñar insomne; recordándote maliciosamente tu frágil
condición humana.
2 comentarios:
"Ellos son los ojos azules, son los cabellos rubios, son, luego, también, toda esa romántica y fina Andalucía que va desde Cádiz, bordeando Gibraltar, hasta los limonares, los claveles y las viñas sagradas de Málaga". (Rafael Alberti, La arboleda perdida).
La poesía es cosa de uno solo aunque en realidad estar en ese estado de casi paz no es estar solo, es encontrarse con las letras que al fin y al cabo es lo que hace falta para escribir.
Las ciudades tienen muchas cosas pero pocos momentos de paz, esos se encuentran sobre todo cerca del mar, en la montaña o donde pise poca gente. Las letrsa son siempre caprichosas.
"Solamente aislándose por completo se puede trabajar. La ociosidad te proporciona la disposición para escribir y la soledad, las condiciones. La concentración en ti mismo te de-vuelve al nuevo y maravilloso mundo que surge en el color y la cadencia de las palabras en movimiento" (Óscar Wilde)
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