Cisnes reflejados en elefantes, Salvador Dalí
Era cenora y los flexosos
tovos
en los relonces giroscopiaban,
perfibraban.
Mísvolos vagaban los borogovos
y los verdirranos extrarrantes
gruchisflaban.
Lewis Carroll
Jabberwocky. Aurora fue
abriendo lentamente los ojos, ahuyentando las confusas imágenes que se
agolpaban bajo sus párpados. Jabberwocky. Era lo último que recordaba. Y lo
primero que vio, las pupilas contraídas de su gata, posadas en medio de aquel iris
inmensamente verde. Jabberwocky, Jabberwocky, Jabberwocky. Los gatos siempre
aprovechan la mínima ocasión de acomodarse encima de sus dueños y de crear en
ellos complejo de sofá, de cama o de cualquier objeto blandito que se utilice
para dormir. Jabberwocky. Los ojos del animal se entrecerraban con altivez,
como si tratara de demostrarle lo poco que le importaba el significado de esa
palabra: Jabberwocky. Ella sentía que aún no se hallaba lo suficientemente
despierta como para pedirle un esfuerzo tan grande a su cerebro, así que se
limitaba a pronunciar la palabra una y otra vez, mentalmente.
Jabberwocky, Jabberwocky,
Jabberwocky. Jabberwocky.
De repente, el móvil vibró
desde el escritorio, y la muchacha pegó un respingo. La gata maulló,
contrariada, y bajó de un salto al suelo. Aurora se incorporó con esfuerzo y
comenzó a enfocarlo todo. Lo primero, la esfera del reloj, que indicaba que eran
más de las seis. Las seis.
¡¡Las seis!!
-¿En qué momento me he quedado
dormida, Lua, me lo puedes decir?
Hablar a un gato no resulta
del todo inútil. No al menos más inútil que hablarle a ciertos tipos de
personas. Si los gatos pudieran responder, sin duda tendrían mucho más que
decir que determinados cerebros embotados que merodean por las esquinas de la
sociedad. Aurora pensó que, si seguía así, ella misma iba camino de convertirse
en uno de aquellos seres descerebrados. Nunca le había pasado eso de quedarse
dormida por los rincones. Si al menos durmiera un número de horas decentes por
la noche… Pero siempre el insomnio, el terrible insomnio, nacido de aquella
manía suya de dar vueltas y vueltas a los pequeños dilemas que se le planteaban
a lo largo del día. Indecisión, terrible palabra. Y además estaban las
pesadillas.
-Jabberwocky –murmuró, esta
vez en voz alta.
Sin duda, Jabberwocky era la
consecuencia de pasar demasiadas horas encerrada en una habitación con la única
compañía de la gata y un trabajo sobre Lewis Carroll que no parecía avanzar. Y
a todo ello había que añadir la inmensa montaña de libros que había florecido
sobre el escritorio. Sin embargo, Aurora había aprendido a sobrevivir en medio
de aquel desorden; incluso la gata, que a veces se subía a lo alto de la
montaña, se hacía una bolita y cerraba los ojos. Los gatos son siempre tan
adaptativos…
Los humanos también.
Aurora entonces recordó que el
móvil había vibrado una sola vez, como vibra cuando recibes un mensaje, y su
incansable mente comenzó a fabular. Se dejó invadir, durante unos instantes,
por el engañoso perfume de la incertidumbre y de las falsas ilusiones que teje
en torno a él. Reunió las fuerzas necesarias para levantarse y, ansiosamente,
mirar el móvil.
Y la realidad volvió a
marchitarse. Con sus habitaciones cerradas, sus trabajos de la universidad, sus
montañas inútiles de libros y aquel último amor imposible sonriendo desde la
pantalla del ordenador, ignorando que Aurora era su más apasionada espectadora,
y que lo seguía por aquella pantalla como si su vida fuera en verdad una
película. No podía evitarlo. ¡Cómo odiaba los amores imposibles…! Este último
ya tocaba a su final, como una serie de televisión que se termina, dejando sin
embargo la posibilidad de nuevas secuelas –porque el olvido no existe. Pero
pronto aparecerían más, muchos más imposibles. Sí, verdaderamente los humanos
son seres muy adaptativos. Desde el suelo, Lua miraba a Aurora, con sus ojos
tan verdes abiertos en forma de interrogación.
-Jabberwocky es algo a lo que
hay que derrotar –se sorprendió diciendo en voz alta, dirigiendo la mirada
hacia uno de esos puntos indeterminados del vacío.
6 comentarios:
A LOS REDACTORES DE LA REVISTA JABBERWOCKY.
Att. de Macmillan & Co.
29 Bedford Street, Covent Garden, Londres.
6 de febrero de 1888.
Mr. Lewis Carroll tiene el gran placer de dar permiso a los redactores de la revista propuesta para usar el título que desean. Considera que la palabra anglosajona "wocer" o "wocor" significa vástago o "fruto". Tomando "jabber" en su acepción común de "discusión acalorada y voluble", daría el sentido de "el resultado de una discusión muy acalorada". Si tal frase posee o no alguna aplicación para el proyectado periódico es algo que determinará la futura historia de la literatura norteamericana. Mr. Carroll desea a la futura revista el mayor éxito.
Hum. Interesante; ignoraba este punto de vista. "El resultado de una discusión muy acalorada"... ¿Qué monstruo no lo es? Los mejores son los que surgen de una discusión con uno mismo...
A TODO AQUÉL AL QUE LE GUSTE "ALICIA"
[...] Se alzará el sol sobre ti en estas Pascuas y sentirás su vida en cada miembro y ganas de precipitarte al aire libre de la mañana... y otras muchas Pascuas vendrán y se irán [...]; pero es bueno, incluso ahora, pensar a veces en esa gran mañana cuando el Sol de la Verdad se alce con el alivio en sus alas.
Seguro que tu alegría no va a ser menor al pensar que un día verás una aurora más espléndida que ésta; cuando tus ojos encuentren visiones más amorosas que los ondeantes árboles o las rizadas aguas; cuando manos angélicas descorran las cortinas yb una voz aún más dulce que la de una madre amorosa te invite a despertar ante el nuevo y glorioso día; y cuando toda la tristeza y el pecado que oscurecían la vida en esa mezquina tierra se olviden como sueños de una noche pasada.
Tu afectuoso amigo,
Lewis Carroll
Pascua, 1876.
"Es un placer muy próximo a la tristeza, que hace saltarle a uno las lágrimas, igual que la visión de un cuadro hermoso o de un poema". No sé si los "niños" a los que supuestamente dirigía esa carta lo iban a entender muy bien... Mejor para los que han crecido ya, sin crecer.
Pero pienso -no, estoy seguro- que ciertos niños leerán esto con dulzura y cariño, y en el espíritu que lo he escrito.
Entonces habrá que derrotarlo ¿no? a veces la vida se introduce en un bucle que parece infinito: trabajos, obligaciones más trabajos y un amor en la cabeza. A veces si lo pienssas bien, ese amor es otra obligación que nosotros mismos nos imponemos. A veces en los bucles nos sentimos agusto aunque parezca que nos agobiamos.
En cualquier caso me gustó la forma que tuviste de contarlo, tu prosa ha mejorado mucho si es que eso era ya posible.
Un abrazo grande.
Oski.
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