"Amanecer", Salvador Dalí
Hay que continuar siempre. ¿No
es ese tu secreto, Cadio? La sociedad es estúpida, pero el mundo es hermoso.
Esas llamas, el sonido de las hojas en los vidrios de la ventana, el reflejo de
la luz sobre las planchas del suelo: ¡qué maravilla! Todo ello existía, mas no
sentía esa lenta caricia con la cual curan la más profunda herida del deseo. Tu
presencia me dice que debe amarse la vida y el aire y la tierra divinos que la
rodean. [...] No desdeñar lo natural: amar. Y si se ama, si se ama
apasionadamente, nos olvidaremos de nosotros mismos. Entonces estaremos
salvados.
Luis Cernuda
Después del naufragio, todo es
oscuridad. Es entonces cuando comienzan a brillar algunas cosas, que son las
cosas que siempre habían brillado, pero que el inmenso vendaval del miedo no te
dejaba ver. Debajo del mar, no hay viento, solo una marea suave de recuerdos, y
los restos tristes del naufragio.
Te sorprende tocar tu propio
cuerpo. ¿Sigues aquí? Eso significa que no has naufragado del todo, que solo
has perdido de vista la superficie. Miras a tu alrededor. Arriba hay una luz;
incluso te parece distinguir el cielo. Pruebas a nadar, y sientes que los
brazos y las piernas te responden. Mientras asciendes, piensas en que, tal vez,
tu embarcación fuera demasiado frágil. En que tal vez fuese necesario naufragar
para emerger del todo, a color, definiéndote en una realidad que a menudo
adquiere matices de película en blanco y negro.
Cuando al fin asciendes a la
superficie, el mundo es del color de las tormentas. Hay una playa al fondo, y
esqueletos arquitectónicos de historias que el miedo ha dejado devastadas. Te
tiendes sobre la arena, extenuada, y lloras al comprobar que las cosas que
brillaban allá abajo siguen haciéndolo en la superficie, luminosas y nítidas, como
soles antiguos sobre los que ahora se cierne una sombra de tristeza.
No importa que estén lejos;
sabes que los alcanzarás. ¿Alcanzar el sol? Habrá quien te llame idealista,
pero tú sabes que ese idealismo es precisamente el que te hará lograrlo.
Construir una embarcación fuerte, llenarla de pasados y de futuros, y navegar
con firmeza hacia el sol: ese es el objetivo. Y hacia una ciudad donde los
sueños permanecen intactos.
Llevas esa estrella en el
corazón. ¿El corazón? Sí, el corazón, el mismo que durante los instantes del
naufragio dejaste de escuchar, porque tus oídos se hallaban taponados por el
miedo a no saber quién eras, o quién querías ser. Ha sido necesario descender a
los Infiernos, donde todo es silencio, para escuchar tu propia voz clamando por
ser escuchada, y para escuchar también la voz del sol.
Lo importante es saber quién deseas
ser, y tener absoluta conciencia de quién no deseas volver a ser. El bien es
todo aquello que te acerca a esa meta, y que te hace salir de ti para darte a
las personas que te quieren y a las que quieres, porque esta playa no está
desierta, y tú no eres su única habitante.
El mal es abandonarte al
miedo, destruir los sueños, no luchar por lo que coincide con tu idea de
felicidad, huir, esconderte en ti misma y cerrar los ojos para no ver el
exterior, y quedarte de brazos cruzados cuando la tempestad arrasa contra
aquellos que se arriesgan a compartir sus sueños contigo. El mal es dejarte
pisotear, asaetear tu dignidad, vender tu libertad por miedo a ser valiente y
resignarte a que tu embarcación se desarme en aguas pantanosas por no atreverte
a avanzar hacia otras. El mal es dudar cuando alguien trata de imponerte qué es
la felicidad. La felicidad es distinta para cada persona, y la única verdadera
es la propia. Perseguir tu felicidad, y la de aquellos a los que quieres, siempre
que no hagas daño consciente a los demás, es la más blanca de las inocencias.
No quieres ser más la Bella
Durmiente, ni detenerte para siempre en el País de las maravillas. Ya es hora
extender las manos –y las alas-, de salir de ti y darte al mundo que te rodea,
y luchar con todas las armas que la bondad ha depositado sobre la arena.
“Just what you want to be, you will be in the
end”. Así dice la famosa canción de los Moody Blues, y piensas que nunca
habías comprendido mejor la letra. Escuchar esa canción no volverá a ser lo
mismo.
Ha llegado el momento de
ponerse en pie, y de lanzarse de bruces al mundo. Sabes que todo ha cambiado,
que al final solo puedes confiar en tu corazón, y ahuyentar lo demás. Y –doloroso,
esperanzado- él te grita que luches por alcanzar el sol.