Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.
Alejandra Pizarnik
Nunca había conocido a nadie
con tu color de ojos. Eran grises y serenos, como el océano bajo un cielo
nuboso en esas horas de calma que siempre preceden a la tempestad, y
contrastaban exquisitamente con el azabache de tu cabello. Muy delgado, no
demasiado alto, con una sonrisa seria pintada en el rostro; así es como
recuerdo haberte visto por primera vez, destacando sobre la multitud parda de
aquel antro como un lucero en mitad de una noche sin estrellas. Llevabas una
camisa de cuadros y una especie de sandalias, de esas que llaman mallorquinas,
que tanto gustan por Cataluña. Rápidamente, te imaginé con un traje al estilo
de la época victoriana, porque algo en tu porte y en tu rostro me hacía verte
como a uno de los elegantes personajes masculinos de las novelas de Jane
Austen.
La multitud desapareció de
repente, cuando noté que mi mirada era correspondida por la pálida lucidez de
tus ojos. Nos encontrábamos ya en el salón de baile de un palacio inglés. Luces
veladas y un suave vals eran el telón de fondo de mi loca imaginación.
Caminaste hacia mí, como si eso también formara parte del sueño –sin embargo,
era una realidad tan inmensa que casi consiguió cegarme. Y al hablar, hasta tu
voz era delicada, con un sutil acento catalán que llenaba de azules el aire.
1 comentario:
Yo no sé que tiene cataluña que todo lo envuelve en un halo Victoriano que hasta los sueños dan ganas de atraparlos e inmortalizarlos en cualquier cuadro.
:-) Me gustaría decir algo más profundo que: muy bonito, me gustó pero no puedo. Me has dejado con los azules en el aire y el aire en los azules.
Abrazos.
Publicar un comentario