"Capuchin friar by the sea", Caspar David Friedrich
Escribir un poema bajo la
lluvia es equivalente a firmar una especie de silencioso pacto de locura con la
Naturaleza. No puedes evitar pensarlo mientras, a tu alrededor, la gente recoge
las toallas y las hamacas apresuradamente, como si en vez de agua lloviera
fuego. Sus rostros te son tan familiares: son los mismos rostros de cada
verano, de cada temporada de piscina, de cada saludo incómodo proferido sin
entusiasmo mientras acaba de abrirse el ascensor. El paso del tiempo ha
establecido una barrera entre ellos y tú: os miráis de lejos, contemplándoos mutuamente
como raros especímenes pendientes de estudio. Nada mejor que aprovechar la
etiqueta que amablemente te han concedido de antipática, rara, solitaria. Hace ya
años que ni siquiera te molestas en ensayar la hipocresía. Y así, los
contemplas levantando el campamento, corriendo estúpidamente como un rebaño de
ovejas asustadas, abriendo desmesuradamente los ojos con una mezcla de emoción
y estupor, articulando sus labios frases que no llegas a escuchar, porque lo
único que escuchas en ese momento es la voz de Jim Morrison emergiendo de tus
auriculares, grave y oscura, tormentosa como la tarde. Y eso los hace más
lejanos.
You're lost, little girl.
You're lost, little girl.
You're lost…
Tell me: who
are you?
Alguno parece darse cuenta de
tu presencia indiferente bajo la lluvia, esboza una mueca burlona y sigue
corriendo. No importa: la lluvia de verano es distinta. Continúas sentada en la
toalla, sobre el césped, mientras el aire comienza a perfumarse de humedad y
las diminutas gotas acarician tu piel casi con dulzura. Pronto no queda nadie a
tu alrededor. El cuaderno se ha llenado de motitas dispersas de agua que emborronan
las pocas frases escritas. No importa…
Y eso que tú solo saliste al
jardín para recrearte en el azul del cielo y traducirlo a palabras antes de
ahogarte entre los muros de tu habitación. Pero el clima parece haberse puesto
de acuerdo con tu estado de ánimo, igual que les ocurría a los poetas
románticos; y las tardes lluviosas de verano solo sirven para caminar sola muy lejos,
sin rumbo aparente, afirmándote en tu soledad y, si es posible, escuchando a
Jim Morrison –el Adagio de Albinoni resultaría más aconsejable para los otoños.
I think that you know what to do.
Impossible? Yes, but it's true.
I think that you know what to do, yeah…
I'm sure that you know what to do.
Desde hace días, un alien
parece haberse adueñado de tu espíritu, como en aquella película setentera
llamada La invasión de los ultracuerpos. Y te impide concentrarte en cualquier actividad,
y trazar planes prácticos, y organizar las vacaciones; y estira las horas del
reloj; y te induce un extraño cansancio, como si te estuviera chupando toda la
energía desde algún punto indeterminado de tu organismo. Cualquier momento es bueno
para amodorrarte: se acabo el trasnochar, el madrugar. La evasión en los sueños
es demasiado tentadora, piensas, o tal vez te esté ocurriendo lo mismo que al
desgraciado protagonista de La metamorfosis, excepto porque –afortunadamente-
en vez de mutar a cucaracha, mutas a gato. Ellos también pasan el día sin hacer
nada práctico, amodorrados.
La lluvia comienza a remitir,
y de repente te das cuenta de que al fin has sido capaz de hacer algo, aunque
sea no sea más que plasmar extrañas divagaciones en la empapada hoja del
cuaderno. Tal vez mañana recuperes la vitalidad perdida… Tal vez.
You're lost little girl…
You're lost little girl…
You're lost…
*Nota: La estrofas transcritas pertenecen a la canción You're lost, little girl, de The Doors: http://www.youtube.com/watch?v=U_KXd6fqflI
1 comentario:
Nunca he comprendido la gente que estando en la piscina correo como un caballo desbocado cuando caen cuatro gotas. ¿Qué temen? ¿Mojarse? ¿No es acaso eso lo que se hace en una piscina?
Muy bella estampa la del cuaderno mojado, la de Jim en los auriculares, la de las gotas mojándote.
Me suenan esas escenas de ascensor incómodas, los saludos forzados y la incomodidad que tu presencia produce en los demás y la que te producen a ti también ellos...Al fin y al cabo nada es tan distinto.
En fin, no estás perdida little girl, aunque a veces te sientas perdida, triste o simplemente: cansada. Todo pasa, las fuerzas llegan y vienen las alas y lo hacen sin avisar.
Escenas como la de ayer te reconcilian con el mundo ¿no? a mi el chaparrón me pilló en Gran Vía, me metí debajo de un balcón y entre el partido de España y las gotas no había ni un alma por la calle. Solo en ese momento pude apreciar la belleza de este Madrid que a veces es cárcel y a veces es prado para correr. Probablemente me salga un relato o probablemente no, pero viví sensaciones profundas concentradas en un segundo...
Las aprovecharé y esperaré que las cosas cambien. Quiero esa calma de lluvia en mi vida y quiero oler a mojado siempre y los demás que corran que hacer de oveja siempre se les dio demasiado bien.
Abrazos
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