"Cernuda en la playa. 1934", Ramón Gaya
Llegó el azul y se pintó su
tiempo.
Rafael Alberti
Respiro. Así, poco a poco. Una
a una van brotando las palabras, desesperadamente evanescentes en este silencio
que me aprisiona, del que tienes la llave. Vuelvo al azul que se me escapó en
alguna época remota en la que ni siquiera había nacido.
Te imagino junto a mí en una
playa: siempre la misma playa. La misma por la que paseaba con Cernuda y –esa
vez, realmente- con algún fugaz amor de verano. Es un recuerdo imposible, y he
aquí que el Tiempo me ha vuelto a traicionar. Pero bucear en tus ojos es
traicionar al propio Tiempo; en tus ojos en los que se ha volcado el cielo de
las tardes de junio por el que yo viajaba, tumbada en el césped.
Siempre buscando un azul
inalcanzable, o inabarcable.
Tal vez sea cierto que un día
caminamos por aquella playa, e incluso que Cernuda nos acompañaba. Quizá sea un
recuerdo invertido: que todavía no haya ocurrido. Me pierdo por los años
venideros que siembra mi imaginación para encontrarnos, una vez más, caminando
junto a las olas que derraman torbellinos de leyendas en la orilla. Hay una luz
suave, crepuscular, y un silencio envuelto de gaviotas.
Si algún día se me acaban las
horas para soñar, espérame en aquella playa –de la que solo tú tienes la llave.
Llegaré allí y nada me sorprenderá menos que encontrarte, sonriendo con esa
irremediable ternura que llevas prendida en las pupilas. Qué importa que nuestra
playa no exista en realidad. A veces solo necesitamos un sueño –y unos ojos que
lo reflejen- para seguir creyendo en la redondez de este mundo.
1 comentario:
Y allí estará siempre y siempre podrás acudir cuando cierres los ojos.
Yo creo que soñar es lo único que nos hace falta para que el mundo siga girando. En los sueños todo es posible...
Supongo que todos imaginamos nuestra propia playa, con nuestra propia "persona especial" y siempre volvemos allí cuando nos hace falta.
Un abrazo grande.
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