Para Alicia
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A veces encontramos algunos siempres inesperados en la vida. Es difícil de explicar, sobre todo porque ocurre con muy escasa frecuencia y porque se tarda mucho tiempo en identificarlos. Los siempres no brotan de la nada; no son de colores llamativos o tienen seis brazos. Para empezar, un siempre requiere unas características especiales y poco comunes, imposibles de precisar o concretar. Cada persona puede ser susceptible de llevar dentro un siempre, pero aquellos que tienen esa suerte no necesariamente han de llegar a saberlo.
Los siempres están mezclados con el resto del mundo, vulnerables frente a la mediocridad y la hipocresía que imperan en nuestra época. Tal vez llevamos viendo uno de ellos meses, años o incluso décadas; pero no nos percatamos de su identidad. Quizá no nos hemos fijado lo suficiente en esa persona, o no la hemos valorado. Hasta que un día… ¡pum! El siempre se nos revela frente a frente, y en ese momento nace, entre él y nosotros, una certeza de color azul que nos obliga a sonreír. Porque, aunque en determinadas ocasiones nos asalten las dudas, al final un siempre es para toda la vida.
Conozco muy pocos siempres; poquísimos. Dejando a un lado a los siempres familiares –esos que se te revelan en el mismo instante de nacer-, tal vez su número se reduzca a dos. Pero me basta. Un siempre es algo tan especial que muy poca gente se puede enorgullecer de poseer.
A uno de mis siempres lo conocí a los once años, pero por entonces estaba disfrazado o no se había forjado aún. Más tarde, me puse una venda en los ojos que me impidió fijarme en él. No fue hasta años después cuando logré identificarlo. Sé que ella también sonreiría si menciono la puerta del cine Callao. La sección de libros del Fnac. Frikis. Lágrimas en el aeropuerto. Fobia a la oscuridad. Kus-kus. Guy Williams. Nave espacial propia en Kingdom Hearts. Mayiiiiiiiiina. Lucy Granger. Notitas. Voces de ultratumba a las seis de la mañana. La botella. Lunática & Canuto. Panes voladores. Filetes que se descongelan al sol. El álbum de Luis Cernuda. Todos los perros van al cielo. Las gatas no, que son diabólicas. Terror al fantasma de La Cosa. Ojos verdes. ¿Me podré dormir? La Torre Eiffel en un biquini. Hell ya no es infierno. Catetos que descubren las semejanzas entre el amor y un partido de fútbol. Cartitas por los cumpleaños. Periodismo no vocacional. Chocolate. La Gaceta Marinística. Ghost. La biografía de Audrey Hepburn. Cenas nutritivas a base de chucherías. Sofás con esquina. Manipuladoras S.A. Camas de princesa. Un perro para cada una. Achuchones. Mofletes. Amigas. Siempre…
Los siempres están mezclados con el resto del mundo, vulnerables frente a la mediocridad y la hipocresía que imperan en nuestra época. Tal vez llevamos viendo uno de ellos meses, años o incluso décadas; pero no nos percatamos de su identidad. Quizá no nos hemos fijado lo suficiente en esa persona, o no la hemos valorado. Hasta que un día… ¡pum! El siempre se nos revela frente a frente, y en ese momento nace, entre él y nosotros, una certeza de color azul que nos obliga a sonreír. Porque, aunque en determinadas ocasiones nos asalten las dudas, al final un siempre es para toda la vida.
Conozco muy pocos siempres; poquísimos. Dejando a un lado a los siempres familiares –esos que se te revelan en el mismo instante de nacer-, tal vez su número se reduzca a dos. Pero me basta. Un siempre es algo tan especial que muy poca gente se puede enorgullecer de poseer.
A uno de mis siempres lo conocí a los once años, pero por entonces estaba disfrazado o no se había forjado aún. Más tarde, me puse una venda en los ojos que me impidió fijarme en él. No fue hasta años después cuando logré identificarlo. Sé que ella también sonreiría si menciono la puerta del cine Callao. La sección de libros del Fnac. Frikis. Lágrimas en el aeropuerto. Fobia a la oscuridad. Kus-kus. Guy Williams. Nave espacial propia en Kingdom Hearts. Mayiiiiiiiiina. Lucy Granger. Notitas. Voces de ultratumba a las seis de la mañana. La botella. Lunática & Canuto. Panes voladores. Filetes que se descongelan al sol. El álbum de Luis Cernuda. Todos los perros van al cielo. Las gatas no, que son diabólicas. Terror al fantasma de La Cosa. Ojos verdes. ¿Me podré dormir? La Torre Eiffel en un biquini. Hell ya no es infierno. Catetos que descubren las semejanzas entre el amor y un partido de fútbol. Cartitas por los cumpleaños. Periodismo no vocacional. Chocolate. La Gaceta Marinística. Ghost. La biografía de Audrey Hepburn. Cenas nutritivas a base de chucherías. Sofás con esquina. Manipuladoras S.A. Camas de princesa. Un perro para cada una. Achuchones. Mofletes. Amigas. Siempre…
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[...] Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
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La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
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Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
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Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
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Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
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José Agustín Goytisolo
2 comentarios:
Se te nota en el pulso lo del periodismo... creo que he descubierto una mina de palabras.
Un placer conocerte.
Nos veremos en vallecas.
Unbeso.
Tu siempre llevas en ti, el SIEMPRE de la poesia...muy bellas las dos, como la misma primavera.
Besos
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