Ahora
en esta hora inocente
yo y la que fui nos sentamos
en el umbral de mi mirada
(Alejandra Pizarnik)
Era mi playa, pero estaba
vacía. Extrañamente vacía a media tarde. El crepúsculo dibujaba ya remolinos de
color en el cielo y las olas ronroneaban dulcemente, jugando a llegar cada vez
más allá. Yo permanecía sentada; me gustaría pensar que llevaba un vestido blanco.
Te busqué unos instantes con la mirada antes de que aparecieras. Y ahí estabas,
taladrándome con tus ojos de aquel color indescifrable, que a veces se torna
verde y limpio y otras se deja arrastrar por el fulgor oscuro de la pupila,
marchitándose. Tu vestido era blanco como una lágrima de hielo.
-Pero el tuyo es azul –musitaste,
componiendo esa frágil sonrisa resignada que solo yo comprendo.
-No es cierto…
-Sigue siendo azul, a pesar de
todos los años que han pasado.
Te miré, presintiendo una
irremediable melancolía. Azul, después de todo.
-Deberías pintarte los labios
y mirar ese barco que se aleja –me dijiste-. Tal vez entonces no corras el
riesgo de amanecer con el pecho desangrado.
-Ese barco –busqué el
horizonte-, ese barco que nunca ha existido.
-Ten, toma mi barra de carmín.
Verás si existe ahora.
Era una flor azul la que me
tendías. Demasiado azul para clavármela en el fondo de la garganta. La rechacé
suavemente.
-No quiero que te pintes los
labios –aseguraste firmemente-. No podrías llorar, y entonces qué sería de ti y
del barco que se aleja y de esta playa que no es más que tu pupila emocionada. Crees
que soy yo quien te ofrece esta flor, cuando siempre la has tenido.
-Él va en ese barco, ¿verdad?
-No lo sé –volviste a
sonreír-. Siempre está lejos.
-Y yo siempre tengo el pecho
desgarrado de imposibles.
-Si me hicieras caso y dejarás
de enfocarlo todo desde esa nostalgia de azul que te pervierte.
-Lo más irónico es… que… que
sus ojos también lo son.
-¿Azules?
-Como un imposible.
Él, que hasta ayer no existía.
Él, que hasta ayer se adivinaba en otros rostros y en otras sonrisas que no
eran la suya, pero siempre desdibujado. Hasta que un día…
-No “un día” –espetaste,
interrumpiendo el hilo de mis pensamientos-. No hables como si lo conocieras.
-No lo conozco, o al menos eso
cree él.
-Él no cree nada, porque ni
siquiera se molesta en pensar en ti. Eres como un suspiro: nada. Una minúscula gota
salada que ha brotado por una esquina de su existencia. Si alguna vez te mira,
no dudes que será de lejos. Por eso siempre lo verás en ese barco… Pero no, no
sufras. Todo esto piénsalo si algún día lo vuelves a ver, porque es posible
que...
-… siempre desdibujado. Hasta que
un día…
-Hasta que un día, te
enamoraste sin remedio, de alguien a quien acababas de conocer. ¿Una sola
conversación y quedaste atrapada para siempre?
-Estaba enamorada de él
incluso antes de conocerlo. Y no lo llames “alguien”. Parece que no hablamos
todo el tiempo de la misma persona.
-Ese es tu problema: ¡que
siempre ha sido la misma persona! Con otros rostros, incluso con otro color de
ojos; pero siempre la misma. Imposible.
-Te equivocas; a él siempre lo
he esperado. Y cuando por fin aparece, resulta que apenas me conoce y que no
puede imaginarse que tenga el corazón encendido de añoranza.
- Eres demasiado cobarde. Si quisieras,
en este mismo momento podrías atravesar las olas y alcanzar aquel barco que
solo existe en tu imaginación. Está tan lejos como tú desees.
-Pero soy cobarde. Y mi
vestido es azul.
-Y solo te dedicas a soñar…
Sigues sin tener remedio.
Suspiré. Tus ojos volvían a
ser verdes, y aquel vestido que yo viera blanco era ahora de un azul desvaído,
como un sueño a medio camino hacia la realidad. Te miré, es decir, me miré. Sentí
la soledad de aquel paraje clavada en mi pecho como un cuchillo. Sola, frente
al mar, un mar que tampoco existía. Fue entonces cuando comprendí que las
estrellas fugaces perdidas estaban enterradas en lo más profundo del Atlántico,
allí donde nadie –ni siquiera aquel barco en el que viajaba mi amor, ignorante
de serlo- lograría llegar jamás.
3 comentarios:
Excelente post, como todos los de esa prosa poética que vas puliendo en cada nueva entrega. Sólo se puede hablar de amor con la poesía, no se debería hablar de nada mas. Enhorabuena Marina. Cernuda estaría muy orgulloso de ti: "Como el viento a lo largo de la noche, / amor en pena o cuerpo solitario, / toca en vano los vidrios, / sollozando abandona las esquinas; / (...) Como él mismo extranjero, / como el viento huyo lejos. / Y sin embargo vine como luz".
¡Muchas gracias! Y ese poema de Cernuda siempre me ha parecido precioso. Los imposibles dan para mucho...
Increible Marina...estoy hasta emocionada, siento no poder ir a tu recital, pero estoy echa polvo con bronquitis y catarro,el sabado me robaron el bolso y bueno...en fin ya hablaremos. Mucha suerte!te quiero mucho
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