jueves, 20 de octubre de 2011

La edad de los Cisnes


Cuando nada sucede,

y el verano se ha ido,

y las hojas comienzan a caer de los árboles...


Ángel González


Como todos los minutos, este parece que se ahoga. Me falta tiempo para bajar un instante de la rutina que nos devora y ponerme a reflexionar acerca de esos veintidós años con forma de cisne que son míos desde hace una semana. Me falta tiempo para indignarme con aquellos que se llaman amigos, y tiempo también para contemplar de lejos las cosas que debiera haber olvidado. A lo mejor es que incluso me falta tiempo para olvidarlas, o tiempo para fingir que ya lo he hecho, que alguna vez lo haré –son tantos y tantos años ya. Pero no importa; ni siquiera tengo tiempo para tratar de descubrir si, entre mirada y mirada, te das cuenta de que no te ignoro.

Me falta tiempo para mirar al pasado y alimentar la desagradecida fiera del rencor, presente en distintos espacios y en similares corazones; hoy por hoy solo existe un presente en el que el sentido de la amistad se mide por el hecho de que una persona esté ahí en el momento preciso. Sin importar el pasado, sus favores o perjuicios antiguos. Porque la amistad, al igual que el amor o que la luna, es cambiante y prisionera de las emociones, y en modo alguno se trata de un convencionalismo que toma forma una vez al mes a través de una cena en la que todos se miran sin verse. La amistad se quiebra y se recompone, pero siempre de un modo tan brusco y pasional que no puede dejar de llevarse consigo trocitos de corazón envueltos en lágrimas, ya sean de alegría o de decepción. Yo cuando miro a mi alrededor y lo veo tan frío, tan desprovisto de matices emotivos, solo puedo sentir una lánguida tristeza por esa ausencia de algo más profundo que me una a todos ellos. Porque algo hay que nos une, sí; pero temo que no sea más que una costumbre, una maldita costumbre vestida de hipocresía y de ganas de solventar la ociosidad. Amigo es un título demasiado precioso para aplicarlo a gentes con las que, si acaso, algún día hubo confianza. Con la que hoy ni siquiera existe una mínima complicidad.

No espero encontrar amigos en esta edad de cisnes duplicados. Las personas se mueven muy rápido porque también les falta tiempo, sobre todo para detenerse y tratar de ser delicados o pensar en los demás. Y ya nadie parece conocer a nadie, a pesar de que cada vez se conoce más gente, y cada vez más deprisa, y todos hablan y todos quieren verte, y en el fondo ninguno se acuerda de tu nombre. Por eso, encontrar en ese mar de rostros cambiantes uno solo que me sigue siendo familiar, que a pesar de desaparecer a ratos, como la luna, permanece inalterable; me hace pensar que todavía es posible creer en esa utopía llamada amistad. Y curiosamente, los verdaderos amigos nunca tienen prisa.

Al final, aquí estoy divagando, como si yo tampoco la tuviera. Lo confieso: la desesperanza me abruma y veo necesario escribir. Ya lo dijo Ángel González; que en octubre nada sucede, y nada pasa salvo el tiempo y las ilusiones, que parecen veladas por el correr inútil de la rutina gris disfrazada de amaneceres pálidos. Lo bueno de no tener tiempo es que tampoco lo tengo para lamentarme, ni para pensar en un futuro opaco, un futuro que hoy solamente cobra forma de noviembre. De nuevo el gélido noviembre, esperando tras la esquina gastada del ahora.

1 comentario:

Enrique Amargo dijo...

Yo pensaba cosas parecidas cuando tenía tu edad, no las podía escribir como tú lo haces, ni expresar con la claridad que se le supondría a una persona que sabe tanto, que está un poco de vuelta en esto de la vida. Han pasado treinta años, y me veo igual a pesar de haber leído las mejores líneas sobre la amistad en "Lettre à un otage" y de haber conocido a través de Internet a dos personas que me han demostrado que no sólo no estoy solo, sino que en todo momento de mi vida ha habido al menos una persona que me ha necesitado, y he sentido una verguenza enorme por mis quejas.
Ya te lo dije un día lejano, con otro nombre y en otras circunstancias; eres muy buena escribiendo, sólo tienes que esperar el motivo adecuado, y Saturno es muy caprichoso.
Luis E. Amargo.

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Larga y prematuramente adiestrado en el ejercicio de la paciencia y en la cuidadosa restauración de ilusiones sistemáticamente pisoteadas, me acostumbré muy pronto a quejarme en voz baja, a maldecir para mis adentros, y a hablar ambiguamente, poco y siempre de otras cosas; es decir, al uso de la ironía, de la metáfora, de la metonimia y de la reticencia. Si acabé escribiendo fue […] para aprovechar las modestas habilidades adquiridas por el mero hecho de vivir.

Ángel González

Entrega premios de relato 2011, "Una de piratas", Cadena SER

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Con José Manuel Caballero Bonald en la Residencia de Estudiantes de Madrid, 2011

Ceremonia de entrega de premios del XX Aniversario de la UC3M

Ceremonia de entrega de los premios del XX Aniversario de la UC3M

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Lectura de poemas en la Feria del Libro 2010 de Madrid

Casa natal de Luis Cernuda, Calle Acetres, Sevilla, 2010

Casa de Luis Cernuda durante los años 20, Calle del Aire, Sevilla, 2008

Con la estatua a Federico García Lorca, Madrid, 2008

Casa de Rafael Alberti, El Puerto de Santa María, Cádiz, 2008

Casa natal de Antonio Machado, Palacio de Dueñas. Sevilla, 2010

Residencia de Estudiantes de Madrid, 2008

Museo Dalí, Figueras, Cataluña, 2008

Con la estatua a Ramón Mª del Valle Inclán, Madrid, 2010
Te juzgan mal y sufres por eso. Eres de nieve por fuera y de llama por dentro. Quien te toca se hiela mientras tú te abrasas. No sabes querer y estás queriendo siempre; no sabes vivir y estás vivo. Tu sitio no está en ninguna parte, siempre desearás un lugar diferente...

Luis Cernuda, Comedia inacabada y sin título