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-¿Conoce usted esos días en los que se ve todo de color rojo?
-¿Color rojo? Querrá decir negro…
-No; se tiene un día negro porque una engorda o porque ha llovido demasiado; estás triste, y nada más. Pero los días rojos son terribles… De repente, se tiene miedo y no se sabe por qué.
Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961)
Es un miedo distinto, el de los días rojos; un miedo inexplicable. Cada persona lo siente de una forma diferente, pero siempre absurda. La primera vez que lo sentí fue hace muchos años, yendo en el asiento de atrás del coche de mi padre, cuando pasábamos por delante del centro comercial que había en El Espinillo y me di cuenta de que al rótulo de PRYCA se le había caído la A, quedando la palabra PRYC. No puedo llamarlo miedo. Tal vez sean más indicadas las palabras inquietud, frío. “Qué extravagancia”, estará pensando cualquiera que lea estas palabras. Y no lo discuto: yo soy la primera en admitir la extrañeza que implica todo esto.
Por la misma época, o algo más tarde, volví a sentir esa inquietud una noche, mientras caminaba con mi familia por el paseo marítimo de algún lugar de veraneo que no recuerdo. Fue al ver en un coche una pegatina con el símbolo de la discoteca Penélope: una cabeza de mujer con un sombrero de cow-boy o algo parecido. Absurdo. Pero desde entonces, cada vez que veía ese logo aquella sensación regresaba.
Ha habido muchas más ocasiones. Últimamente me ocurre que siento ese mismo miedo de cauce oculto sin siquiera un motivo aparente o meramente decorativo, por así decirlo. Como un presentimiento, un temblor oculto que desestabiliza mi cordura. O tal vez no se trate de algo tan inexplicable. Puede que el miedo esté justificado en una causa razonable, pero mi alocada mente se haya empeñado siempre en reflejarlo en motivos absurdos. Tal vez para huir una vez más de la realidad.
-¿Color rojo? Querrá decir negro…
-No; se tiene un día negro porque una engorda o porque ha llovido demasiado; estás triste, y nada más. Pero los días rojos son terribles… De repente, se tiene miedo y no se sabe por qué.
Desayuno con diamantes (Breakfast at Tiffany’s, 1961)
Es un miedo distinto, el de los días rojos; un miedo inexplicable. Cada persona lo siente de una forma diferente, pero siempre absurda. La primera vez que lo sentí fue hace muchos años, yendo en el asiento de atrás del coche de mi padre, cuando pasábamos por delante del centro comercial que había en El Espinillo y me di cuenta de que al rótulo de PRYCA se le había caído la A, quedando la palabra PRYC. No puedo llamarlo miedo. Tal vez sean más indicadas las palabras inquietud, frío. “Qué extravagancia”, estará pensando cualquiera que lea estas palabras. Y no lo discuto: yo soy la primera en admitir la extrañeza que implica todo esto.
Por la misma época, o algo más tarde, volví a sentir esa inquietud una noche, mientras caminaba con mi familia por el paseo marítimo de algún lugar de veraneo que no recuerdo. Fue al ver en un coche una pegatina con el símbolo de la discoteca Penélope: una cabeza de mujer con un sombrero de cow-boy o algo parecido. Absurdo. Pero desde entonces, cada vez que veía ese logo aquella sensación regresaba.
Ha habido muchas más ocasiones. Últimamente me ocurre que siento ese mismo miedo de cauce oculto sin siquiera un motivo aparente o meramente decorativo, por así decirlo. Como un presentimiento, un temblor oculto que desestabiliza mi cordura. O tal vez no se trate de algo tan inexplicable. Puede que el miedo esté justificado en una causa razonable, pero mi alocada mente se haya empeñado siempre en reflejarlo en motivos absurdos. Tal vez para huir una vez más de la realidad.
2 comentarios:
Pues a mi me gustan los dias rojos, jejeje, sera por defecto de fabrica ideologica,jejeje.
Lo de Pryca, es que paso a Alcampo y lo de la Penelope bakaladera, una horterada, mas que de un dia rojo de un dia escapado de Kafka.
Un Beso
Los miedos siempre son absurdos. Pero siempre tienen una explicación razonable, está en el fondo de nuestro pensamiento, puede ser porque se debe a algún mal recuerdo, a algo que no queremos que suceda. Ese temor absurdo no es más que un producto de la intuición, de una energía extraña que rodea a todos los seres.
Un beso, y feliz regreso de las vacaciones!!!
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