La noche estrellada, Van Gogh
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Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.
Federico García Lorca, Romancero gitano
En junio siempre los días son más largos, y las noches más cortas. Es por eso que cuando desde mi ventana veo encenderse las pálidas bombillas de las farolas de la calle se me ocurre pensar que no le han concedido a las estrellas el tiempo suficiente para asomarse unos instantes a la noche, tímidamente, antes de que Madrid se vista con la luz artificial de las farolas sembradas dócilmente sobre el pavimento.
Hay que tener humedecidas las pupilas –de lágrimas, o de recuerdos- para que la ciudad se desenfoque y se disuelva en un millón de luces de colores, en borrones de sueño que desdibujen el perfil minucioso de nuestra realidad, y las noches de junio sean aún más cortas.