Pamela Courson y Jim Morrison
A tus pies donde mueren las
golondrinas
Tiritantes de pavor frente al
futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.
Alejandra Pizarnik
El escritor más cínico tenía
el corazón cubierto de parches: he ahí el secreto de su cinismo. Pamela Courson
era una mentira de ojos azules; Jim Morrison resultó mucho más inocente de lo
que parecía.
Recuerdo aún el sabor de la
sed: ese sabor que ascendía por la garganta desde un fondo de tiempos
soñolientos en los que los seis años constituían el culmen.
Aspiramos a convertirnos en un
recuerdo; no en un recuerdo cualquiera, sino en uno con manos y dientes, con
rostro, afilado de sonrisas. Un paréntesis atemporal en la memoria de aquellos
que no nos olvidan. Es la única forma de escapar de nuestro propio destierro.
Los recuerdos con lágrimas son
los más codiciados, porque son más que recuerdos: constituyen una parte
inalcanzable de nosotros mismos.
El verano no es más que un
final edulcorado.
La ausencia huele a besos de
niebla, sin labios, y tiene un fondo de pechos oprimidos.
Bésame hasta que no te queden
primaveras en las encías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario